¡¡A POR LAS 65 HORAS SEMANALES!!

Los Veintisiete (que ya me contarás, con estas innovaciones mejor nos hubiéramos quedado en quince), que se hacen llamar así, como si de una pandilla se tratara (puede que algunos no anden muy lejos de serlo), dan luz verde a la propuesta de la presidencia eslovena (¡claro!), para que cada Estado pueda modificar su legislación y pueda elevar la semana vigente de 48 (¿48, si aquí estamos en 40 viste?) horas a 60 y a 65 para colectivos como los médicos. Que ya me dirás, cualquiera se fía del diagnóstico de un médico después de trabajar 65 horas. Afortunadamente, aún nos queda la esperanza de que no se apruebe en el Parlamento Europeo, aunque... si el Parlamento Europeo está formado por representantes de esos mismos países que tratan de devolvernos la esclavitud... Dicen además que este tiempo maravilloso en el que podremos dar, literalmente, la vida en el trabajo, se computa como promedio durante tres meses o sea que las jornadas podrán alcanzar hasta las 78 horas en una semana.¡¡BUÁH!! Ahí es ná. Yo he hecho mis cálculos a ver cómo me lo montaré y me sale que dividiendo las 78 horas en seis días, porque supongo que para hacer esas jornadas habrá que contar con los sábados, con los domingos no que es fiesta de guardar, pues como decía, me salen 13 horas diarias. Ya empezamos mal, mal número. Ah, 13 horas diarias sin apartarse del trabajo ni para comer, o sea que, tal cual Charles Chaplin en Tiempos Modernos, nos alimentará un robot para que no perdamos tiempo en tonterías. Oiga, creo que hay algo aquí que no anda bien. Vamos a ver, ¿no era Europa hacia donde teníamos que mirar cuando se trataba de mejorar las condiciones sociales de los ciudadanos y laborales de los trabajadores? ¿Y qué pasó, che? ¿Qué le pasó a Europa? ¿Será cierta aquella leyenda de pueblo que decía que si juntas a un caballo gandul con uno trabajador para que el gandul se espabile acaban siendo gandules los dos? Porque yo tenía entendido que si la Unión Europea abría sus puertas a nuevos países era para que mejoraran las condiciones de vida de esos países, no para que empeoraran las de quienes ya formaban parte, ¿no?
Pues no sé, no sé qué decir ante tanta atrocidad. Lo único que se me ocurre es que es un verdadero insulto para todos los sindicalistas que lucharon, sufrieron e incluso muchos murieron por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Y no digo que no se puedan tomar medidas de excepción para situaciones de excepción. Yo misma, con lo gandula que soy, estoy dispuesta a trabajar sábados y domingos si hiciera falta para ayudar a la construcción de una sociedad mejor, más justa para todos. Pero eso de que siempre seamos los trabajadores quienes tengamos que arrimar el hombro mientras los Berlusconi de turno toman el sol hasta torrarse y pasean sus restos momificados por los campos de golf, pues la verdad, no resulta muy gratificante. Claro que lo peor de todo es que hablamos de países en los que, supuestamente, existe una sólida democracia, o sea que aquí sí es cierto aquello de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Pobre Corbacho, con lo sindicalista que ha sido siempre y que tenga ahora que enfrentarse a una situación que amenaza con devolvernos al Siglo de las Luces o quien sabe si a la Edad Media. También es cierto que los sindicatos no son clandestinos ni sufren persecución en Europa, luego ¿en qué piensan los ciudadanos que votan a todos los Berlusconis que corren por la vieja y herida Europa y se alejan de los sindicatos que podrían parar toda esta barbarie si hubiéramos sido capaces de hacerlos fuertes y reivindicativos?
Cuenta conmigo Corbacho. Yo te apoyaré hasta el final en tu negativa a aceptar esa barbaridad, por muy europea que sea. Y como dice mi madre, que ya está mayor pero sigue siendo una luchadora, si hay que volver a salir a la calle se sale, ¡qué leches!