27/1/10

La sombra de una duda




Dudar o no dudar, he ahí la cuestión. Yo dudo. Siempre he dudado. Nunca me he sentido en posesión de la verdad absoluta, ni siquiera de la verdad a secas. Porque por más que he tratado de convencerme de que lo que pienso es lo correcto, cuando escucho a otras personas a las que quiero, y a veces hasta admiro, decir cosas distintas, me da qué pensar. Aunque por supuesto, no utilizo mis dudas para no comprometerme y eso es curioso porque conozco a personas que no dudan nunca pero tampoco se comprometen con nada. El otro día en el tren (ahora viajo mucho en tren y los viajes son suficientemente largos para leer, pensar, escribir y elucubrar, no está nada mal) se me ocurrió uno de aquellos parágros transcendentales que se nos ocurren a los cagadubtes como yo:

LA DUDA


Solo quien duda es capaz de rectificar. Solo quien rectifica puede alcanzar la sabiduría. Solo quien duda, rectifica y aun así está dispuesto a asumir responsabilidades y el riesgo de equivocarse, puede ejercer un cargo político. El resto es trepar o inmobilismo.

Como diría mi contrincante Mari, bla, bla, bla, bla... palabras, solo palabras. Sí, es cierto, solo son palabras que además las dice una no para convencer al otro sino con la intención de convencerse a sí misma. Me pasa muchas veces que me sorprendo a mí misma largando un mitin que puede ser recibido con entusiasmo, con astío o con benevolencia, dependiendo de quien me escuche, y de pronto reacciono y me doy cuenta de que lo que intento es convencerme a mí misma de cuanto hago y cuanto digo. ¿Cómo lo hacen esas personas que parecen siempre tan confiadas, tan seguras de poseer la verdad? ¿Estarán realmente tan preciadas de sí mismas o solo intentan justificar su falta de compromiso ocultándose tras los "errores" de los demás? Habrá también quienes estarán por estar y harán por hacer, como quien no quiere la cosa, sin importar demasiado los matices y obviando las contradicciones. Sí, eso debe ser. Cada cual debe tener sus propias razones y no se calientan tanto los cascos como yo. O quizás sí que lo hacen pero no lo manifiestan por no ofender, como la sirvienta del chiste que tanto molestó a algunas personas cuando lo incluí en un artículo "Ay, señorito, con el respeto que le tengo y me he corrido antes que usted." A mí me parece muy bueno y a aquellas que se molesten por considerarlo machista les diré que yo siempre lo consideré al revés. Creo que el personaje de la sirvienta es genial porque domina la situación y encima se recochinea del "señorito". Ay, ser políticamente correcto, que peaje tan caro resulta a veces.


Pero volviendo a las dudas. Una cosa es dudar y otra muy distinta es esconderse tras las dudas para no comprometerse con nada ni con nadie. Creo que hay que asumir responsabilidades y dar la cara aun a riesgo de pegarse un buen tortazo o de que te la partan. Luego, eso sí, escuchar siempre con atención y respeto lo que tienen que decir los demás porque cabe la posibilidad de que te convenzan y te den la ocasión de rectificar si te equivocas, pero no echar a andar por no equivocarse es como perderse el privilegio de vivir un gran amor por miedo a que se termine. Mucho mejor es llorar por un amor perdido que por no haberlo vivido. Y luego está la sensatez. Ante la duda de por qué camino tomar, hay que echar mano de la sensatez. Es muy romántico soñar con revoluciones como las de Che Guevara (yo estuve perdidamente enamorada de él durante toda mi adolescencia) pero hay que reconocer que su lucha no nos llevó a ninguna parte. No, no, a ninguna. Y eso, mal que me pese porque yo fui de las que creyó en ellas con toda la fuerza de mi juventud, estoy dispuesta a discutírselo a quien sea. Mucho más útil y justo, aunque menos brillante y mucho más ingrato, es el papel de aquellos que asumen gobernar con todas sus consecuencias.


Una gran duda que tengo en estos momentos, entre muchas otras, es sobre el dilema que ahora se discute en Francia y que pronto nos tocará afrontar aquí. ¿Qué postura tomar ante el burka y las mujeres ocultas tras un gran velo negro?

Por un lado está el derecho de estas mujeres a vestir como quieran. Por otro está el hecho de que creo que es una grave ofensa contra la mujer andar por ahí ocultando su persona tras un opresivo atuendo inventado explicitamente para negarle el derecho a vivir en libertad. Otra cosa es que los acontecimientos políticos de las últimas décadas hayan llevado a algunas mujeres a considerar que vestir así es sinónimo de reivindicar su cultura y su identidad contra las imposiciones de Occidente. Lo fácil sería decir, pues váyase a Oriente ¿no? Pero no, no es la respuesta adecuada ni la que quiero plantear. Creo que estas mujeres tienen todo el derecho a vivir entre nosotros y a vivir en libertad. Y precisamente por eso, creo que una cosa es que no quieran vestir al estilo occidental, que prefieran vestir según sus propias costumbres, y otra cosa muy distinta es que pretendan vestir de forma tan ostentosamente ofensiva para la dignidad de la mujer. ¿Qué pasaría si una occidental se paseara por las calles de Teherán con tanga y en topless? Sería una exageración ¿no? Pues creo que vestir con burka también es una exageración. Y no me molesta a mí porque me sienta invadida ni mucho menos. Me molesta porque me ofende ver como se ofende a otra mujer.

Menudo dilema. Me recuerda la perversidad que nos tocó vivir en este país durante el nacionalcatolicismo, cuando las propias mujeres como madres se erigían en las más crueles y severas represoras de otras mujeres, sus hijas, por miedo a que éstas fuesen repudiadas por la sociedad si se apartaban del Camino. Qué tristes paradojas...
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3 comentarios:

antonio dijo...

La duda es savia, nos hace avanzar.
Saludos!

MARI dijo...

Hola Julia, no soy tu contrincante, me gusta debatir,siempre se aprende contrastando opiniones.

El bla, bla, bla, no iba por tí, las Palabras són muy importantes, transmiten las ideas que cambian el mundo, algunas veces estan vacias.

En Londres pude ver algunas mujeres cón burka, fue una sensación horrible, estoy totalmente de acuerdo cón tu opinión.

Soy una tonta romántica, sueño con que los revolucionarios pueden cambiar el mundo y estoy segura que hoy es algo mejor, por la valentia y el sacrificio de tantos románticos que se fueron.


Muy bueno el post, por un momento te he visto en ese tren.

Saludos

Julia dijo...

Gracias por tus palabras Mari. Seguro que no eres mi contrincante, solo que a veces vemos las cosas de forma distinta... no siempre.

Un abrazo