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27/5/09
26/5/09
¡Oh, Europa!

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Y poco a poco, el miedo quitado, ora sus pechos le presta para que con su virgínea mano lo palme, ora los cuernos, para que guirnaldas los impidan nuevas. Se atrevió también la regia virgen, ignorante de a quién montaba, en la espalda sentarse del toro: cuando el dios, de la tierra y del seco litoral, insensiblemente, las falsas plantas de sus pies a lo primero pone en las ondas; de allí se va más lejos, y por las superficies de mitad del ponto se lleva su botín. Se asusta ella y, arrancada a su litoral abandonado, vuelve a él sus ojos, y con la diestra un cuerno tiene, la otra al dorso impuesta está; trémulas ondulan con la brisa sus ropas.
La seducción de Europa secuestrada por Zeus según Ovidio
Europa, el segundo continente más pequeño de la Tierra, tiene una extensión de 10.359.358 km2 aproximadamente, pero ocupa el segundo lugar en cuanto a población de todos los continentes, con unos 699.774.000 habitantes (según estimaciones para el año 1993, ahora muchos más, claro). El punto más septentrional del continente europeo es el cabo Nordkinn, en Noruega, y el más meridional la punta de Tarifa, al sur de España. Se extiende de oeste a este desde el cabo da Roca, en Portugal, hasta la vertiente nororiental de los Urales, en Rusia.
Europa ha sido durante mucho tiempo un territorio en el que han tenido lugar grandes logros culturales y económicos. Los antiguos griegos y romanos crearon civilizaciones importantes, famosas por sus contribuciones a la filosofía, la literatura, el arte y los sistemas de gobierno. El renacimiento, que comenzó en el siglo XIV, fue un periodo de grandes éxitos para artistas y arquitectos europeos, y en la era de los descubrimientos, iniciada en el siglo XV, los navegantes europeos viajaron a los lugares más apartados del mundo conocido hasta la fecha. En el siglo XVIII se inició el desarrollo de formas modernas de organización y producción industrial.
Idiomas
25/5/09
HAY QUE LIMPIAR LOS JUZGADOS YA
¿Pero esto qué es, nos pasamos la pelota de unos a otros por no asumir responsabilidades "que no son nuestras" cuando sabemos, o debiéramos saber que estamos cometiendo un fallo que bien pudiera ser considerado delito. Porque si alguno de esos elementos que atentan contra la integridad física y la dignidad de los menores, sale libre y vuelve a hacer lo mismo ¿quién se va a hacer responsable de ello, el o la inútil que destruyó el material, o los jueces y juezas inútiles que pasaron de todo porque no era asunto suyo?
¿Qué concepto de la justicia tiene ese personal? ¿Cómo pueden trabajar en algo tan delicado siendo tan irresponsables, egoístas e inútiles? Vamos, si a mí me caen en las manos unas pruebas que incriminan a unos criminales pederastas, sin tener conocimiento alguno de justicia, yo no las destruyo ¿cómo las voy a destruir, pero es que están locos en los juzgados o qué? ¿Cómo vamos a proteger a nuestros niños y nuestras niñas con personas tan insolidarias e irresponsables. Por favor, hagan una limpieza YA. Pongan a trabajar a personal responsable allá donde nos estemos jugando la seguridad de nuestros niños y niñas. No hay derecho a que esos inútiles pongan en peligro la vida y la integridad física de nuestros niños y niñas. Que alguien reaccione y haga limpieza, por favor.
Varias son las profesiones para las que se debiera exigir una prueba de vocación, el personal sanitario, el profesorado y el personal de juzgados. Si no tienen vocación que se dediquen a otra cosa, que tan digno es hacer eso como fregar escaleras, pero fregando escaleras no se distorsiona la educación de nuestros pequeños y pequeñas, ni se pone en peligro su vida, ni se corre el peligro de que algún depravado pederasta les destroce la vida porque algún funcionario o alguna funcionaria inútil y algún juez o una jueza sin criterio ni decencia han pasado de todo porque no estaba bajo su jurisdicción.
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22/5/09
ELECCIONES EUROPEAS


21/5/09
¡A LA CÁRCEL!
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Curas y monjas abusaron de miles de menores en Irlanda
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• Los religiosos violaron y apalearon durante 60 años en orfanatos e internados
• La comisión de investigación oculta la identidad de los agresores
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BEGOÑA ARCELONDRES.
Tortura, violaciones, palizas. Irlanda conoció ayer la escala masiva de los abusos cometidos por el clero católico, delitos por los que nadie será procesado. Miles de niños y niñas en la isla sufrieron décadas de agresiones e intimidación a manos de curas, frailes y monjas. Durante 60 años, desde mediados de la década de los 30 a la de los 90 del siglo pasado, varias órdenes religiosas "aterrorizaron" a los menores, que estaban a su cuidado, en reformatorios, internados y orfanatos. Los abusos sexuales eran un mal "endémico". La jerarquía eclesiástica supo de esos delitos, pero protegió a los pederastas e impidió que fueran detenidos. Estas y otras gravísimas conclusiones figuran en el informe dado a conocer ayer en Dublín por la Comisión de Investigación de Abuso de Niños, establecida en el año 2000 por el Gobierno, tras las denuncias aparecidas en una serie de reportajes en televisión.
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Sé que siempre estoy con lo mismo pero es que no puedo soportarlo. No puedo leer noticias como esta y quedarme callada. Necesito gritar mi puta indignación a pleno pulmón porque me rebienta tanta injusticia. Porque seguro que muchas de aquellas putas monjas y aquellos putos curas son de los que salen a la calle en manifestación para protestar por el aborto libre. Porque seguro que muchas de aquellas putas monjas y aquellos putos curas han pasado toda su vida por personas honestas y respetables. Porque muchas de aquellas putas monjas y aquellos putos curas habrán ido a la Plaza de San Pedro a recibir la bendición del papa. ¡¡Y EL PAPA CALLA!! ¿Cómo puede callar el papa ante tanta barbarie cometida dentro de su puta iglesia? ¿Es que le parecen bien esos métodos de evangelización?
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Sí, ya sé que me estoy expresando como una barriobajera pero es que no puedo contenerme. Es tanta la indignación que siento en estos momentos, tanta la rabia, que me gustaría poder llegar al papa, zarandearle y gritarle a la cara ¡¡REACCIONA JODER!! Di algo ¿no tienes la lengua tan suelta cuando denuncias los pecados carnales de los pobres africanos? ¿por qué no denuncias a los degenerados que tienes dentro de tu iglesia? ¿por qué no dignificas a la puta santamadreiglesia dando la cara, obligando a todos esos monstruos a quitarse la careta y a comparecer ante el juez para que la justicia pueda aplicarles el castigo que merecen?
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Hay que apostatar, joder, hay que apostatar. Que son ya demasiados los siglos que llevan esa gente abusando de los más vulnerables y todo porque por la puta tradición, aunque la gente no vaya a la iglesia siguen contando como miembros de ese puto club. Y de eso se aprovechan esas jerarquías que dan cobertura y protección a tanto monstruo degenerado. ¡Ni un duro a la iglesia! Que trabajen y se ganen el pan con el sudor de su frente. ¿No fue eso lo que dicen que dijo Dios?
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¡¡¡TODOS LOS ABUSADORES DE NIÑOS Y NIÑAS A LA PUTA CÁRCEL YA, TANTO SI LLEVAN SOTANA O HÁBITO DE SANTURRONAS COMO SI NO!!!
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20/5/09
El coxis y la mutación humana

¿Qué es el coxis?
El coxis es la "rabadilla"; el hueso inferior de la columna vertebral. Está situado por debajo del sacro. Es el resto de lo que en los animales es la cola y está unido al sacro por unos ligamentos que están inervados por muchas fibras nerviosas.
19/5/09
Un cuento para Nerim
LAS NIÑAS MALAS
Tienes que ser buena, mi vida, que las niñas buenas van al cielo y...
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Las malas a todas partes.
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Mamá clavó la mirada en tía Angustias con tal intensidad que creí que la traspasaría.
¿Quieres no meterte en lo que no te importa? Anda, cariño, ve a estudiar a tu cuarto que tu tía y yo tenemos que hablar.
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Pero mamá...
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¡Chitón! Arriba te he dicho.
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Como en tantas ocasiones, bajé la cabeza con rabia y una mueca de orangután en los labios. Antes de llegar al recodo de la escalera, donde se perdía de vista el salóncomedor sin embargo, flexioné las rodillas y miré a tía Angustias que, sentada en el puff que ella misma habría traído de Marruecos, correspondía a mi mirada dedicándome una hermosa sonrisa y un guiño de sus ojos azul porcelana por encima de las gafas a media nariz. En ese instante, mamá la alcanzaba y le ponía una mano en el hombro, a lo que ella respondía con gesto cansino como diciendo ya estamos otra vez. Salté el resto de peldaños de dos en dos por no oír los reproches de mamá, archiconocidos por cuantos habitábamos en la casa. Apenas oí sus primeras palabras, Tú haz lo que quieras con tu vida, pero con la niña no te metas.
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Que absurda era mamá. Nadie se metía con la niña más que ella misma, que no me dejaba respirar. Toda su obsesión era, según supe años más tarde, que estudiara y estudiara para que nunca tuviera que perder la vida limpiando culos y sirviendo a un hombre. Pobre, con lo fácil que hubiera sido relajarse y dejarme en manos de tía Angustias para lograr su objetivo. ¡Eso nunca!, me contestó airada cuando se lo comenté, poco antes de que nos dejara. Ahora comprendo que la rabia contra su hermana era debida a la envidia y cederme a mí, su primogénita, era dejarlo todo en sus manos.
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Mamá y tía Angustias se llevaban poco tiempo, apenas diecisiete meses. Sin embargo, desde que ambas alcanzaran la pubertad, se erigía un muro entre las dos. Muro que para mi madre era de contención y para tía Angustias la libertad. Ella estaba al otro lado. Mamá siempre la envidió por ello pero no fue nunca capaz de seguirla. No tenía su tesón ni su suerte. Una vez que lo intentó lo hizo tan mal que de aquél traspiés nací yo. Desde entonces se pertrechó en su escaso espacio vital y construyó a su alrededor una rígida moral que justificara su existencia. Llegó a convencerse a sí misma de que su proceder era el correcto y su obligación redimir a su hermana pequeña. Al fin y al cabo, pese a su triste desliz de juventud, ella había sido capaz de formar una familia y ¿qué tenía su hermana? Su gran contradicción era precisamente cuanto anhelaba librarse de esa familia que la oprimía el alma. Tía Angustias, sin embargo, fue siempre un animal de vuelo largo, imposible de apresar. ¿Cómo se les ocurriría a papá y mamá llamarte a ti Consuelo y a mi Angustias?, solía decir mi tía con sarcasmo cada vez que se discutían. Entonces mamá se encerraba en su cuarto aquejada de una terrible jaqueca, mientras tía Angustias desaparecía por una temporada sin que nadie supiera de ella, hasta que por fin volvía a nuestras vidas y con ella la legría. Traía un sin fin de regalos divertidos y largas historias que, menos mamá, todos escuchábamos embelesados. Aquello empeoraba las cosas hasta que mamá, convencida de que su hermana le robaría hasta el marido, nunca tuvo esa suerte, le planteó a papá la necesidad de que nos mudáramos, Es una mala influencia para la niña, le dijo. Y papá, que de buena gana hubiera deseado ser capaz de imponer su voluntad, bajó la cabeza una vez más y se resignó a cambiar la comodidad del viejo caserón de los abuelos por un piso estrecho en las afueras del pueblo.
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Odié a mi madre durante mucho tiempo por ello. También odié a papá por no haber sido capaz de defender su punto de vista y a los niños porque hacían mucho ruido para un piso tan pequeño. Cuantas veces deseé que papá abandonara a mamá y a los niños y nos fuéramos los dos a recorrer el mundo con tía Angustias. Aún recordaba los tiempos en que era un hombre divertido y cuando se juntaban la tía y él, me hacían reír sin parar con sus bromas y sus chistes. Me arrepentí de ello muchas veces y tuve miedo de ir al infierno cuando mamá se puso enferma y no hacía más que gimotear doliéndose de que iba a morir y a dejar huérfanos a sus niños. Cuando finalmente murió, tras casi tres años de cruel enfermedad, ya no temía ir al infierno. A los diecisiete años había logrado por fin aclarar mis ideas respecto a la fe y la eternidad. Sin embargo, sí lloré desconsoladamente su pérdida, no tanto por quedarme sola con papá y cuatro niños a mi cargo, sino por la lástima que sentí al darme cuenta de que fue una desgraciada toda su vida y se fue demasiado pronto para que yo pudiera echarle una mano y ayudarla a ser feliz.
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Papá estaba hundido, no era hombre capaz de afrontar situaciones tan duras. Cuando, un año antes de su muerte, decidí que mamá estaría mejor en el viejo caserón, ni siquiera contestó. Me miró con los ojos vacíos y se encogió de hombros dejando que asumiera yo toda la responsabilidad. Tía Angustias vivía en la capital, a donde se había trasladado desde que aprobara las oposiciones para una cátedra en la Central, y cuando la llamé para decírselo, tardó apenas unas horas en presentarse en la casa y ayudarme a trasladar a mamá. Por suerte y pese a las insinuaciones de papá, tía Angustias no consintió nunca vender la vieja casa que los abuelos dejaron a las dos hermanas y mamá tenía sus dudas, Mujer, si la vendéis, con tu parte podríamos mudarnos a una casita más acogedora. Papá decía sufrir en aquel piso que le obligaba a dormir lejos de la tierra, Es que tener esto es como tener un trozo de aire, no es nada, además los niños crecen y..., ya sabes. Mamá fruncía el ceño y contestaba de mala gana, No sé... ya lo pensaré.
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Yo también deseaba abandonar aquel piso, sin embargo la idea de perder la casa de los abuelos me horrorizaba. Allí estaban todos los sueños de mi infancia impregnando las paredes azul celeste de mi habitación; los peldaños que crujían a cada paso y llevaban a la buhardilla, mi rincón más preciado, donde se guardaban las reliquias familiares, un viejo disfraz de princesa de mamá y otro de pirata de tía Angustias, mi favorito para desesperación de mamá; el patio en el que había un aljibe que yo convertí en el pozo de los deseos y tiraba monedas, a escondidas de mamá que era muy ahorrativa, que se perdían en el fondo negro y húmedo; los limoneros con cuyas flores hacía mamá unas guirnaldas que colocaba en mi pelo disfrutando de lo linda que estaba su niña, hasta que un día llegó tía Angustias con una cerveza en una mano y un cigarrillo encendido en la otra y, riéndose a carcajadas, le dijo, Anda, quítale eso a la niña que se parece a Ofelia, la pobre. Mamá se enfadó y le contestó con amargura, Desde luego, qué ordinaria eres hija, no tienes ni pizca de sensibilidad. Sin embargo sí tenía. Los últimos meses de la enfermedad de mamá, tía Angustias demostró tener mucha sensibilidad. Abandonó su trabajo y permaneció a su lado durante interminables horas, sin ayuda de papá que deambulaba por la casa como una sombra regocijándose en su propia pena. Tía Angustias asumió con valentía la enfermedad de su hermana, animándola y cuidándola con ternura, procurando que nada le faltase y obligándome a salir porque, decía, Esto es cosa de los mayores, tú tienes que divertirte.
Al año de morir mamá, tía Angustias vino a pasar el verano con nosotros y trató de convencerme para que me fuera a la universidad, pese a los reproches de papá que decía necesitarme para sacar adelante a la familia, Búscate una mujer y cásate de nuevo, oí que le decía en tono severo una noche que creían estar solos. Los niños jugaban en la calle y yo, que había salido al cine, volví antes de tiempo, cansada de tiros y bofetadas y dejando a James Bond con la palabra en la boca, No puedes obligar a la niña a arruinar su vida en este agujero, ¿qué quieres, que sea una desgraciada como su madre? No te consiento que hables así de Consuelo, contestó papá tratando de demostrar una autoridad de la que carecía. Y yo no te consiento que conviertas a mi sobrina en otra víctima, si no hubieras preñado a mi hermana a los diecisiete años y mi madre no hubiera cometido la estupidez de obligarla a casarse contigo, tal vez aún estaría viva. Qué mala eres, respondió mi padre echándose a llorar. Sí, cuñado, sí, soy mala, muy mala, pero no he hecho nunca daño a nadie, tú sin embargo hiciste desgraciada a mi hermana y ahora quieres hacer lo mismo con tu hija. No tienes ningún derecho a obligarla que se quede y no consentiré que lo hagas.
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Me quedé paralizada en la oscuridad, a cuatro pasos de la cocina donde se decidía mi vida y con los sentimientos zarandeados violentamente por sangrantes contradicciones. Mi tía parecía tener razón, pero mi padre lloraba y eso me partía el alma. Ella sin embargo se mostraba inflexible como una piedra, Ahora lloras ¿por qué no lo hacías cuando te ibas de juerga con los amigos y dejabas a mi hermana comida por la pena y maldiciendo la hora en que te cruzaste en su camino? Entonces eras un hombre alegre, el más chistoso del pueblo, ¿te acuerdas? Y tenías a tu mujer enterrada en vida cuidando a los niños que tú, buen semental pero mal padre, tuviste a bien engendrar para mantenerla atada a tu vera.
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Las palabras de mi tía me devolvieron a la memoria escenas que apenas recordaba, ¿otra vez te vas?, Venga mujer, si a ti lo que te gusta es quedarte en casa y demostrar a todo el mundo lo buena madre que eres, ¿qué quieres, que me quede aquí a llorar contigo y a aguantar los reproches de tu madre? Entonces la abuela aún vivía y siempre le echaba en cara a papá su comportamiento, Eso es lo que tú buscabas cuando te aprovechaste de ella, pegar el braguetazo y vivir de la sopa boba a expensas del sacrificio de su padre, Dios lo tenga en su gloria. Vives como un marajá y encima la dejas y te vas por ahí. A saber con que pelanduscas pasas las horas mientras tu mujer te lava y plancha las camisas. ¡Por Dios, calla mamá!, protestaba mi madre que defendía a su marido porque no hacerlo era reconocer su propio fracaso. Papá entonces aprovechaba la ocasión y se escabullía con descaro dejando que madre e hija le cubrieran la retaguardia con sus propias discusiones.
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Cuando papá regresaba de sus interminables juergas, mamá le suplicaba que se pusiera a trabajar y buscaran otro sitio para vivir, con la esperanza de que su matrimonio mejoraría, segura de que la testarudez de la abuela era lo que provocaba sus largas ausencias. Sin embargo, cuando murió la abuela las cosas no cambiaron. No fue hasta que dos primos hermanos, que compartían la propiedad de las tierras con mamá y tía Angustias, pusieron a papá entre la espada y la pared y le obligaron a aceptar el trabajo de administrativo que se le ofrecía en la compañía de la luz. Nacieron varios niños más y papá, cuyo sueldo no era boyante, se vio obligado a trabajar muchas horas porque mamá había aprendido a negarle dinero de los beneficios de las tierras. Decía que debían guardarlo para marcharse de allí.
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Cuando nos mudamos al piso, mamá se sintió dueña de la situación y fue imponiendo poco a poco su autoridad sobre un marido que no era ni la sombra de lo que fue desde que los amigos se fueron dispersando y los señoritos no contaban ya con él. Papá se tornó aburrido y huraño y mamá convirtió nuestro hogar en un mundo austero y estrecho, sin más alegría que las Navidades estilo El Corte Inglés, en las que los niños disfrutaban de sus juguetes y yo echaba de menos la presencia de tía Angustias y los chistes de papá. Si no hubiera sido por la discusión que con él mantuvo mi tía aquella noche, nunca hubiera recordado que antes de ser su víctima, papá fue el verdugo de mamá.
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Pese a las lágrimas de papá, logré dejar el pueblo y decidir qué hacer con mi vida. Mi padre no tardó en volver a casarse gracias a la propiedad que tía Angustias dejó a nombre de mis hermanos para que nada les faltara. Ella se trasladó a la ciudad definitivamente y lo mismo hice yo, que sigo visitando la casa por Navidades. Hoy, gracias a tía Angustias, creo ser una mujer libre y mi hija, a quien mi tía me prohibió tajantemente que le pusiera su nombre, ríe divertida cuando le digo que las niñas buenas van al cielo y las malas a todas partes.
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18/5/09
Adiós querido Mario

17/5/09
ELS GROCS

Yo he conocido a unos cuantos “grocs” a lo largo de mi vida, pero si hay alguien que encarna para mí la figura de un “groc”, esa es Lillian Guridi.
Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Nos descubrimos por instinto y, aunque podemos dejar pasar años entre las dos, siempre, siempre volvemos. La última vez que nos vimos fue el pasado viernes. Yo le envié un e-mail algún día de la semana pasada diciendo:
Dice un proverbio indio: No dejes pasar demasiado tiempo sin visitar a tu amigo, no vaya a ser que crezca tanto la hierba que ya no encuentres el camino.
A los cinco minutos recibí una respuesta que decía:
¿Dónde y cuándo?
Me costó un resacón que tuve que sufrir el sábado por la mañana, pero fue tan hermosa la alegría de volver a encontrarnos, que se me ha ocurrido publicar aquí un cuento que escribí hace un montón de años y que, de cuantos lo leyeron, ella fue quien más lo apreció.
Con un abrazo interminable, va por ti MariPili del alma.
A veces los sueños nos pueden; no recordamos qué pasó por nuestra mente durante la noche, pero al despertarnos nos sentimos tristes o alegres sin saber por qué. Esto nos ocurre, en mayor o menor medida, a todos. Sin embargo, lo que le ocurrió a la tía Rita fue diferente. Soñó que había amado y despertó preñada. Esa fue la explicación que ella dio a la familia y, aunque seguramente surgieron muchas dudas, nadie se atrevió a desmentirlo. Al fin y al cabo eran todos muy católicos y si le sucedió a la Virgen María, ¿por qué no podía sucederle a ella, tan pía y beata como demostró ser siempre? El caso es que, con dudas o sin ellas, la tía Rita mantuvo su versión y se acabaron las explicaciones.
Naturalmente, no se dio a conocer el embarazo como fruto de la divina providencia. Las jerarquías de la iglesia aconsejaron, siempre tan pragmáticas cuando se trata de milagros que no estén inscritos en la Biblia, que no se comentara lo sucedido. Las mentes ignorantes no lo comprenderán y darán fruto a murmuraciones, dijeron, así que el consejo familiar, en el que las mujeres no tenían ni voz ni voto, decidió por unanimidad enviar a la tía Rita al cortijo, donde, bajo orden explícita de los patriarcas y siguiendo los sabios consejos del guía espiritual de la familia, el cardenal Yagüez, debía explicar a los sirvientes que se había casado con un embajador y que, dado su estado de gravidez, ella debía permanecer en el campo mientras su excelentísimo marido defendía la imagen de España por esos mundos de Dios. La vieja Enriqueta, al servicio de la familia desde mucho antes de que la tía Rita naciera, no se tragó la versión oficial, pero su rancia maestría en estos menesteres la obligó a guardar silencio y se limitó a felicitar a la señorita por tan magnífico enlace matrimonial. No faltó ningún detalle, desde el pesado anillo de oro, propio de su rango, que la tía Rita lucía en el dedo en el que deben llevarse, con orgullo y decencia, las alianzas matrimoniales, hasta la foto de boda, en la que podía verse a la novia vistiendo un hermoso traje blanco y la mantilla de encaje negra, testimonio mudo de su defectuosa pureza, con la que habían comparecido al altar su madre y antes de esta su abuela, cogida del brazo de un apuesto galán de comedias de tres al cuarto que se prestó amablemente al engaño, a cambio de un enchufe en una compañía de teatro de la capital.
Cuando el niño nació, sano y hermoso como un becerro, todo fueron alegrías en el cortijo. Las manos de Enriqueta, poseedoras de una sabiduría ancestral transmitida de madres a hijas desde los tiempos de Eva, ayudaron al niño a venir al mundo y prepararon un consistente caldo de gallina para la señorita que no solo sufría de los achaques propios de haber parido a una criatura de cuatro kilos y medio, sino que, además, cayó presa de la melancolía. Por primera vez, desde que la poseyera el sueño de los prodigios, era consciente de la realidad. Su hijo no tenía padre y nadie, ni siquiera la iglesia, estaba dispuesto a aceptarlo como al nuevo Mesías. Todo se arreglará chiquilla, susurraba Enriqueta al oído, aturdido por su propio llanto, de la tía Rita.
Tras muchos tazones de caldo y los cuidados incansables de Enriqueta, la tía Rita recuperó la sonrisa y se preparó en cuerpo y alma para llevar a su hijo ante los ojos de Dios y bendecirlo con el bautizo que le permitiría entrar en el mundo de los cristianos, a pesar de su dudosa procedencia.
El cortijo amaneció vestido como para ir de verbena. En sus alrededores, un extenso parque móvil evidenciaba la posición social de familiares e invitados. Los niños, ellos con sus trajes de terciopelo y nosotras con nuestros vestidos de organdí y nuestros zapatos de charol, correteábamos entre las flores, bajo la mirada complaciente de nuestros respetables padres. Las mujeres de la familia rodeaban a la joven madre, tratando de animarla para que su tristeza no delatara la verdad que empujaba por buscarse un hueco entre los invitados, que murmuraban extrañados de que el insigne embajador no se hubiera dignado a asistir al bautizo de su primer hijo. Y los patriarcas, preocupados ante las insistentes murmuraciones, planeaban en la bodega, al amparo de un buen barril de fino, los pasos a seguir para evitar que las sospechas se convirtieran en certera evidencia. Convencer a sus amistades de que la niña se había casado casi en secreto durante una breve estancia en la capital, resultó harto difícil, pero nada podría compararse con la dificultad que comportaría hacerles creer que el niño tenía un padre, si éste se empeñaba en permanecer ausente durante demasiado tiempo.
El abuelo, entendiendo que el engaño se veía cada vez más desnudo, apostó por buscar un marido. Algún pariente lejano que se preste a mantener esta comedia, dijo, y, si fuera necesario, a trasladarse a vivir a las Américas, llevándose a su esposa y a su supuesto hijo. El padre dudó, al fin y al cabo, pese al disgusto que la situación le causaba, la tía Rita era hija suya y no le hacía gracia la idea de perderla para siempre. El hermano mayor, ni dudó ni aceptó la solución. Se sabía heredero universal del patrimonio familiar en tanto en cuanto él fuese el único hijo decentemente casado y su hermana, dada su situación de madre soltera, no tuviera otra opción que depender de él. Los hermanos restantes no eran obstáculo, Agustina entró en la orden de las hermanas del Sagrado Corazón, bajo los auspicios de la abuela que temía que también ésta llegara a tener un sueño que la dejara en el mismo estado que a su hermana. Narciso por su parte, apenas tenía doce años y un cerebro incapaz de valerse por sí mismo. Su madre siempre achacó la desgracia a la conducta lasciva de su marido y éste, dando muestras de sentirse ofendido, dijo a mi abuela con motivo del sueño fornicador de la tía Rita: También esta desgracia habrá sido por mi culpa, a lo que ella, pía pero no tonta, le contestó, Quien sabe, Ricardo, quien sabe.
En esta disyuntiva se encontraban los Sres. De Sáez y Carrión, cuando el alboroto de gritos, risas y ruidosas exclamaciones alertó la atención de los tres a la vez. Por orden de juventud y brío fueron saliendo al exterior, primero Ricardo tercero, después Ricardo segundo, y por último Ricardo primero, cuyas piernas no le permitían seguir el ritmo de su curiosidad. Más allá de la mesa, en la que todo estaba preparado para la celebración del gran banquete, se arremolinaban los invitados, dando saltitos los de menor estatura que no querían perderse ni un ápice del espectáculo. Ricardo tercero se apresuró hacia el corro de gasas que volaban como mariposas a su alrededor y, sin brusquedad pero con energía, se abrió paso hasta el centro. En mitad de todo el jolgorio, un hombre apuesto, embutido en un elegante traje italiano, bajaba sonriente de un coche deportivo, saludando a diestro y siniestro, apretando manos masculinas y besando las femeninas con gracia estudiada. Ricardo tercero lo reconoció al instante y a punto estuvo de traicionarse diciendo, ¿Qué coño haces tú aquí? Sin embargo, supo contener su ira. La fotografía de boda que presidía el salón de invitados del cortijo no dejaba lugar a dudas. Era el embajador, el marido de la tía Rita.
La fiesta siguió su curso. Todos los invitados cambiaron sus malignas murmuraciones por expresiones de admiración y felicitaciones a los cónyuges. Solo los tres Ricardos se carcomían por dentro, el primero por haber dado inicio a una saga de estúpidos farsantes atrapados en su propia mentira, el segundo por no entender nada de cuanto sucedía, ¿cómo podía haber llegado aquel comediante de media pena a presentarte en su propiedad con aspecto de auténtico embajador?, y el tercero porque veía peligrar los planes que tenía en la cabeza para cuando llegara a ser el único heredero de la fortuna familiar. La tía Rita por su parte, era quien menos entendía qué estaba pasando, sin embargo se sentía plena de una repentina felicidad. Había pasado tanto tiempo fingiendo estar casada con el hombre de la fotografía, que creía quererle de verdad, además, era tan guapo. Enriqueta se quitó de encima el servilismo de largos años y abrazó a su niña sin reparos, murmurándole al oído, Te dije que todo se arreglaría chiquilla.
14/5/09
Ladran, luego cabalgamos...

Ayer publiqué en mi blog un artículo largo larguísimo. Lo sé. Sé también que no es lo que se estila por los blogs. Solo mi buen amigo Jose me supera en longitud, pero eso es diferente porque él publica, además de su opinión, auténticos estudios contrastados que pueden abrir la capacidad de entender lo que sucede a nuestro alrededor. Si se está dispuesto, claro, que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni mayor ignorante que el que cree no necesitar leer ni escuchar porque lo sabe todo.
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COOOOPA, LLIGA I CHAMPIONS

Por cierto, mi más sincera admiración y respeto a la maravillosa y ejemplar afición del Athletic, porque, a excepción del desgraciado que lanzó una lata al campo, el comportamiento ha sido exquisito. Luchador pero ético y con un gran espíritu deportivo. Gracias seguidores del Athletic.
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13/5/09
Este es nuestro país

Existía una mano de obra muy barata que se reventaba a trabajar a destajo en insalubres fábricas, se jugaban la vida colgados de andamios hoy día inimaginables en las obras, o se les secaban los sesos trabajando de sol a sol en los campos a cambio de una paga que no les llegaba ni para alimentar a la familia. Y si alguien enfermaba, pues se le dejaba ir porque Dios así lo quiso ya que a los médicos había que pagarlos. En las ciudades esa mano de obra barata sobrevivía en oscuros e insalubres pisitos (ríete de los de 30 metros cuadrados de la exministra) o en barracas sin agua, ni luz, ni las más elementales señas de eso que ahora llamamos comodidad. Los niños y las niñas empezaban a trabajar a los catorce años según la ley, aunque en realidad muchos de los que yo conozco empezaron a los doce. (recomiendo leer La Ciudad de los Prodigios, Por los Campos de Níjar y otras joyas de la literatura en las que queda bien descrito cuanto digo). Ese era nuestro país.
¿Éramos felices? Sí, ¿por qué no? ¿Acaso no rien sonoramente con sus bocas desdentadas tantas criaturas víctimas de la miseria en todo el mundo? La felicidad es muy relativa, todo ser humano necesita reirse de vez en cuando para sobrevivir. Sin embargo, no podemos convertirnos en unos cínicos y obviar todo el sufrimiento que hay detrás de esas breves risas. Lo mismo debiéramos hacer con nuestro país. No debiéramos ser tan irresponsables como para decir que entonces éramos más felices, que entonces se vivía bien. No se vivía bien. Solo los ricos vivían bien. Y probablemente ni siquiera esos, porque eran tantas las injusticias que cometían día a día, que no me extrañaría que más de uno sufriera horribles pesadillas por las noches, al menos así debiera ser si tenían alguna sensibilidad. No había piedad. A los padres ricos les importaba un pimiento si los hijos de los padres pobres comian o no, si iban a la escuela o eran explotados en las fábricas. Ese era nuestro país .
Y entonces sucedió el milagro. Algunas multinacionales consideraron que este país, lleno de gente dispuesta a trabajar a destajo y a bajo precio, podía convertirse en un chollo. Se instalaron aquí y se produjo el gran desarrollo industrial que, cínicamente, quiso hacer suyo el régimen franquista, pero que en realidad obedecía a una expansión natural de las prósperas multinacionales que decidieron implantarse aquí y allá para diversificar su producción, buscar mano de obra barata y obviar los costes de las aduanas que entonces eran muy altos. Se despoblaron los campos y los pueblos y legiones enteras de familias rudas y hambrientas se trasladaron a las grandes ciudades, en las que los barrios de barracas se extendieron como una mancha de aceite. Luego surgieron las inmobiliarias y se dieron cuenta de que tanta gente, tantas familias que, a pesar de los míseros sueldos, podrían acceder a la compra de una vivienda porque trabajaban el padre, los hijos e hijas y a veces ayudaba también la madre fregando wáteres y escaleras, los podrían hacer millonarios. Y así fue. Los inmobiliarios se lanzaron frenéticamente a construir, sin miramientos de ningún tipo, arrasando bosques, montañas, tapando ríos, destruyendo patrimonio histórico, haciendo desaparecer toda belleza natural cubriéndola de indecentes construcciones hechas con materiales de bajísima calidad, sin importarles lo más mínimo la seguridad o la salud de los que serían sus habitantes. Y todo pudieron hacerlo gracias a los políticos corruptos que también se hicieron multimillonarios cobrando su parte para que los rapaces inmobiliarios pudieran obtener sus ilícitas licencias. Ni siquiera el mar se libró. Junto a él también se destrozaron parajes enteros para construir horrorosos apartamentos y hoteles para albergar a los miles de turistas que empezaban a desembarcar en nuestra tierra cada verano. También de este fenómeno quiso hacerse dueño el régimen franquista, cuando el turismo se produjo simplemente porque debido al desarrollo económico de esa Europa que entonces nos quedaba tan lejos, a los europeos les dio por viajar. Nosotros entonces solo viajábamos al pueblo o como emigrantes. Ese era nuestro país.
Y entonces empezaron a salir a la luz los sindicatos, mejor dicho el sindicato, porque por aquél entonces el único sindicato que se movía en las fábricas, aún en clandestinidad, eran las incipientes comisiones obreras, ya que los que fueron grandes sindicatos de antes de la guerra, no existían más que en el exilio. Empezaron a hablar las mujeres y a exigir lo que era suyo, el respeto y la dignidad. Aunque a las organizaciones de la izquierda les costaba hacerse a la idea porque siempre había para ellos otras prioridades que hacían que la causa femenina pasara a segundo o tercer orden, las mujeres se rebelaron. Empezaron por exigir libertad. Se acabaron las argollas. Una mujer tenía que tener derecho a disfrutar de la misma libertad que el hombre, que para eso somos seres humanos también, joder. Lucharon por el aborto libre y los medios anticonceptivos a su alcance, porque ya se sabe que una mujer que corra el peligro de quedar embarazada cada vez que folla no puede ser libre, que la maternidad, con todo lo hermosa que es, tiene que ser una decisión en libertad y no una imposición en esclavitud. Ese era nuestro país.
Gracias al tesón de aquellos sindicalistas, muchos trabajadores empezaron a tomar conciencia y a percatarse de que eran personas y que no había derecho de que otros se hicieran ricos a su costa. Así empezaron las grandes luchas por las reivindicaciones salariales, la humanización de las jornadas y las mejoras de salubridad y seguridad en el trabajo. ¡Qué tiempos aquéllos! Qué gusto daba asistir a aquellas asambleas en las que los trabajadores defendían su derecho y su dignidad. Aquellas manifestaciones que en ocasiones fueron masivas a pesar de la ferocidad con que la policia armada las reprimía. Gracias al tesón de aquellas feministas, las mujeres impusieron sus derechos y muchas cosas cambiaron cuando Felipe González llegó a La Moncloa y empezó tímidamente a cambiar algunas leyes absurdas que recriminaban injustamente a la mujer, como la ley del adulterio, o como el reconocimiento de la dignidad de los hijos fuera del matrimonio, o como la mayoría de edad real e igualitaria para hombres y mujeres. Ese era nuestro país.
Y llegó la bonanza. Volvieron los sindicatos y los partidos del exilio. Se les devolvió su patrimonio. Hasta el Partido Comunista era legal, aunque debido a la hecatombe que se produjo detrás del telón de acero, la fiesta no le duró mucho. Nos convertimos en un país europeo. Llegó un momento en que casi todos los trabajadores eran propietarios. Algunos tenían incluso segunda residencia. Y coche, por supuesto. Todos pudieron enviar a sus hijos a la universidad, los que no pudieron hacerlo fue porque los hijos no quisieron ir. Los trabajadores salían de vacaciones, a Cancún, Puntacana, La Havana, Marruecos, Egipto… Qué bien se vivía entonces. Claro que había minorías bajo el umbral de la pobreza, pero ¿a quién le importaba? Con lo que les había costado llegar donde estaban, ¿por qué iban a preocuparse de ellos? Empezaron a llegar los emigrantes. Resultaban útiles porque salían muy baratos y estaban dispuestos a hacer los trabajos que nuestros trabajadores ya no querian hacer. Las viviendas se dispararon. Empezó la gran especulación. Ya no solo los feroces inmobiliarios construían para hacerse más y más ricos. También muchos trabajadores compraban para especular. La mejor inversión es el ladrillo se decían ¿desde cuando hablaban los trabajadores de inversión? De esta manera, aquellos que debieron negarse a comprar un piso que le vendian por diez o veinte veces su valor, que debieron salir a la calle como hicieran antaño y liarse a tortazos con los especuladores, callaban, compraban con la insana intención de vender y se convertían ellos mismos en especuladores también. Luego, ya montados en la noria de la ambición, se iniciaron incluso en eso de jugar en la bolsa. ¿Para qué iban a tener sus ahorros durmiendo el sueño de los justos, si podían especular en inversiones que les iban a proporcionar tantos beneficios? Ese era nuestro país.
El sueño terminó. Las grandes financieras resultaron ser un fraude y los ahorros se diluyeron como se escapa el agua entre los dedos. El país quedó lleno de pisos pendientes de vender porque las entidades bancarias ya no están para fiestas, ya no dan duros a cuatro pesetas ni fian a nadie que no tenga más que ellos. Se acabaron los viajes al extranjero porque en cada familia hay uno o más componentes en paro, y como accedimos a comprar una vivienda por un precio que sabíamos que era un robo a mano armada, pues resulta que lo que gana el único que queda todavía con trabajo se va en hipoteca. Y si no pagamos la hipoteca, aquellas entidades que nos prometieron un trato tan humano que casi parecía que fueran nuestros padres, se lavan ahora las manos y dicen que si no hay pago, no hay piso, así que volvemos a casa de papá y mamá, los más afortunados, claro. Sin piso y sin trabajo, muchos deciden volver al pueblo, pero en el pueblo tampoco hay trabajo, porque los jornaleros son ahora extranjeros contratados en el país de origen, más un ejército de almas sin papeles que merodean por los campos con la esperanza de que a alguien le falle un trabajador y puedan tener una oportunidad. Ese es nuestro país.
Dicen todos los expertos que el nuestro será el país al que más costará salir de la recesión porque ha basado gran parte de su economía en el ladrillo. Dice la oposición de la derecha que todo lo que está ocurriendo es culpa de Zapatero, cuando han sido ellos los principales especuladores, muchos de ellos incluso con sentencias judiciales pendientes, en el oscuro y resbaladizo imperio del ladrillo. Dicen muchos trabajadores que todo es culpa de los políticos porque todos son iguales, malos, muy malos. Y yo pregunto ¿quién es el bueno en esta película? ¿Quién puede, como dicen que dijo Cristo, lanzar la primera piedra porque está libre de pecado? ¿Por qué ahora nos parece a todos que tenemos el derecho de que nos mantengan cuando hemos perdido lo que hemos perdido, salvo en honrosas excepciones que ya se sabe que la excepción confirma la regla, porque hemos estirado el brazo más que la manga, porque nos hemos dejado embaucar por esos señores grises que no roban solo dinero sino también las conciencias? Aún no he oído a nadie decir qué puede hacer para ayudar a salir de la crisis más que al gobierno de Zapatero y al gobierno de Montilla. Que puede que se equivoquen, puede. Nadie está libre de equivocarse más que el que no hace nada. ¿Por qué no nos dejamos de lloriqueos y monsergas y arrimamos todos el hombre a ver si alguna de las medidas que se proponen puede ayudar a solucionar este desaguisado de la crisis? ¿Qué tiene Obama, a parte de ser negro y muy guapo, que no tenga Zapatero? ¿Por qué hay tanto progre por ahí a quien las palabras de Obama le parecen santas y las de Zapatero una nimiedad? ¿Es que seguimos siendo en el fondo un país acomplejado que no ha sido todavía capaz de librarse del todo del estigma del tercermundismo que sufrimos durante siglos? Este es nuestro país.