30/5/10

En defensa de la política

Hace tiempo que tengo guardado un artículo de Rosa Regás que fue publicado en la prensa. No recuerdo en qué diario se publicó ni cuándo. Me lo he encontrado hoy cuando buscaba otra cosa en el ordenador. Me gustó en su momento porque decía cosas que yo sentía sin lugar a dudas. El caso es que me siguen gustando porque creo que siguen siendo verdad, aunque ahora cuesta más que la gente se las crea porque si siempre han sido reacios a considerar con justicia el papel de los políticos, ni te cuento ahora que les han tocado el bolsillo. Y no es justo. No es justo porque, primero, no han sido los políticos que gobiernan los que han provocado la crisis, los recortes habrían sido peores con la derecha en el poder, aunque ahora se llenen la boca haciendo promesas que jamás cumplirán y segundo, no es justo olvidar todo lo que se ha hecho en los últimos años en favor de la educación para todos, la asistencia sanitaria universal, las mejoras en infraestructuras, las mejoras en las pensiones mínimas que no van a ser tocadas, la construcción de viviendas de protección oficial y un largo etcétera que cualquiera que sea suficientemente honrado debe reconocer. Y reconozco que que te toquen el bolsillo jode, sobre todo si no hay valor suficiente para tocar también el de quienes más tienen, que esa sí es una parte que me cuesta digerir. De todos modos, os dejo con el artículo en cuestión que creo que, a pesar de la que está cayendo, sigue siendo muy vigente. Solo espero que, de una forma o de otra, seamos capaces de salir de esta con suficiente moral y alegría para no volver a caer en la barbarie.

En defensa de la política


• Parece que lo inteligente y moderno sea considerar a todos los políticos moralmente equívocos

ROSA Regàs. Escritora

En el último año se ha puesto de moda desprestigiar a la clase política. No sólo los ciudadanos y los medios arremeten a todas horas contra ella, sino también los gurús de la opinión de este mundo nuestro tan mediatizado, sean de extrema derecha, derecha o izquierda, o los que se llaman a sí mismos independientes y progresistas. Una grosera generalización que repiten incansables en prensa, radio y televisión y que va calando en la ciudadanía como si en ello les fuera el prestigio, como si les avergonzara conceder algún logro a un político y lo inteligente y moderno fuera considerarlos a todos moralmente equívocos.

Una generalización que se da también en la judicatura, donde un juez corrupto extiende su ignominia a la profesión entera. "¡Esos políticos son todos iguales!", oímos decir cuando alguno de ellos afirma que está en política para enriquecerse. "¡Esos jueces...!", decimos con desprecio al enterarnos de que un juez absuelve a un violador.

No ocurre lo mismo con los empresarios, con los médicos, ni siquiera con los constructores. Que un empresario evada impuestos con facturas falsas o tenga una plantilla de trabajadores sin papeles a los que no paga el sueldo mínimo interprofesional ni cotiza por ellos en la Seguridad Social no afecta --con razón-- al colectivo de empresarios, que sigue gozando de un renombre envidiable. Igual que los médicos a los que acuden los enfermos aunque se sepa que uno o varios cometieron faltas graves de inexperiencia o irresponsabilidad. Y ¿qué decir de los constructores, los banqueros y los periodistas? Emergen estafas y manipulaciones sin que se descalifique a la totalidad de la profesión. Es más, cuando ocurre un descalabro debido al afán de lucro de una constructora, no se la hace responsable a ella, sino que inmediatamente se culpa a los políticos de turno.

Se me dirá que los políticos y los jueces trabajan por el bien público. Y es cierto. Pero ¿acaso no lo hacen también los médicos, constructores de obras públicas, catedráticos, funcionarios y tantísimos otros que no ven manchada su profesión, aunque alguno de ellos sea irresponsable, perezoso, manipulador o incluso estafador y ladrón?

Los políticos proceden de la sociedad, por tanto son una muestra de lo que ella es, aunque, como en todas las profesiones y trabajos, hayan pasado por un tamiz que ha seleccionado a los más dotados o a los que se supone que están mejor preparados. La sociedad es una amalgama de gente honesta y deshonesta, trabajadores y haraganes, inteligentes y bobos, legalistas y delincuentes, fascistas y progresistas, maltratadores y respetuosos con los derechos humanos, que cobran comisiones y que no las cobran, incluso ladrones y asesinos hay en ella. Y, aunque tantos lo olviden, también hombres y mujeres.

NUESTRA CLASE política, pues, no es lo que pregonan los gurús mediáticos y repetimos los ciudadanos como si no tuviéramos más criterio que el que ellos nos dictan. Nuestros políticos consiguen logros tan espectaculares como el descenso en un 25% de la mortalidad en carretera y en un 62,5% donde hay radares gracias a la consellera d'Interior, Montserrat Tura; en un año se ha protegido más territorio que en los últimos 20 gracias al conseller de Medi Ambient, Salvador Milà; por primera vez se ha firmado un pacto por la competitividad con empresarios, sindicatos y administración por obra de los consellers de Treball i Indústria, Comerç, Consum i Turisme y de Economia, y también por primera vez el presupuesto para las políticas de igualdad entre hombres y mujeres alcanza los 35 millones de euros; se ha puesto en práctica la ley de barrios que este año ya ha beneficiado a 13 municipios de Catalunya gracias al conseller Joaquim Nadal, que de momento está pagando las irregularidades que encontró al llegar a la Conselleria de Política Territorial i Obres Públiques; la consellera d'Educació ha contratado en un año a 3.680 profesores más, y Antoni Ciurana, conseller d'Agricultura, ha comenzado la descentralización del Govern, llevándose parte de su departamento a Lleida. Incluso gracias a la insinuación del president del 3% se ha conseguido que, finalmente, se hable de corrupción, un tema tabú en administraciones anteriores.

¿Seguimos? Todos son políticos y políticas. ¿Que hay fallos? Claro que los hay. No hemos votado a superdioses, sino a personas como nosotros que en su gran mayoría se dedican con honestidad al trabajo que tienen encomendado. A quien los descalifique en bloque habrá que cantarle la voz popular: "Siempre cree el ladrón...". Y a los que nos llamen "trasnochados" por juzgar a cada político por su obra, habrá que recordarles de qué ideologías se han apeado.

NO HAY DUDA de que la insistencia en el desprestigio es consecuencia de un esnobismo tan desganado como superficial, pero también de nuestra falta de compromiso y atención hacia lo que está ocurriendo, porque ya se sabe cuánto más fácil es la descalificación general que la crítica atenta a un extremo determinado que exige conocimiento y análisis de los hechos. Sin olvidar la nefasta influencia que ejerce la feroz campaña emprendida por la derecha que ha pasado del poder a la oposición --en Catalunya y en España-- y que no parece tener la educación política suficiente para creer en pactos similares a los suscritos por ella en su momento ni para convencerse de que esta vez la mayoría de los ciudadanos no la ha elegido.

Y es que una parte de esa derecha y sus secuaces es demócrata cuando gana las elecciones pero no en la oposición, donde al precio que sea sólo trabaja en el acoso y derribo de un Gobierno al que considera "usurpador".
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