5/11/08

Obama president





YES WE CAN

El primer negro que vi en mi vida fue Antonio Machín. Había visto antes a algún vecino disfrazado de rey negro, pero era distinto porque en cuanto los peques nos abalanzábamos sobre él, empezaba a sudar el pobre y desteñía dejándonos una estampa negra en la cara al darnos un beso. A Antonio Machín lo vi en Las Ramblas. Yo debía tener unos cinco o seis años, quizás incluso menos, no lo recuerdo. Paseaba de la mano de mi madre cuando nos cruzamos con él y exclamé sin titubeos “¡Mira mamaita, es negro!” Mi madre, entre incómoda y muerta de risa, me reprendió “¡Chissss! Calla niña, que te va a oír”. Antonio Machín me miró y me dedicó la más tierna de sus sonrisas. Desde ese momento supe que jamás podría aceptar el racismo. Que el rey negro hubiera sido mi favorito siempre no cuenta, porque no era negro de verdad. Sin embargo, que Antonio Machín me dedicara tan hermosa sonrisa después de mi desatino gritando lo negro que era en mitad de Las Ramblas, sí fue premonitorio. La cantidad de negros que llegué a conocer después...

A los ocho años me llevaron a Brasil, a São Bernardo do Campo concretamente, una ciudad (pueblo entonces) de São Paulo a la que íbamos a parar la mayoría de emigrantes cuyos papás iban con la intención seria de trabajar, ya que se concentraba la mayor parte de la industria . Allí sí aprendí a respetar y amar a todos los colores de piel. Mis compañeros de colegio podían ser de cualquier color y tonalidad distinta dentro de los mismos colores. Un maravilloso mestizaje que no he vuelto a ver pero que tengo esperanza de que pronto lo tendremos entre nosotros. Allí fui feliz. Aprendí a valorar lo que realmente importa, el afecto entre hermanos, compañeros de clase, vecinos y todo ser viviente que se aproximara a nosotros, porque afortunadamente, al contrario que en otras zonas de Brasil, allí el índice de criminalidad era muy bajo. Yo no recuerdo casos escabrosos, de robos, violaciones o asesinatos, más que los que salían en las noticias de la tele que solían pasar lejos de aquel remanso de paz y tranquilidad que era São Bernardo do Campo.

Algunos años después, a los quince, me llevaron para Sudáfrica, concretamente a Johannesburg. Aquello sí fue un duro golpe. El racismo en su pura esencia. El racismo más brutal hecho ley implacable. No solo marginaban a los negros, también amenazaban con prisión, tortura y muerte a cualquier blanco que no estuviera dispuesto a ejercer el racismo oficial del apartheid. Yo no lo podía entender. Y lo que más me costaba entender era que algunos emigrantes españoles se sumaran a la orgía de injusticia que representaba aquel sistema tan infrahumano. Como siempre fui una apasionada del copón, a veces se me iba la testa y les gritaba a la cara que ojalá hubiera una gran revuelta y las cabezas de los blancos rodaran Hillbrow abajo. Mis padres me reñían porque, ni era de recibo decir tales barbaridades, ni era conveniente en un régimen en el que no hacía falta ni siquiera ser mayor de edad para que sufrieras un sospechoso accidente mortal, en caso de que la ley no permitiera tu encarcelamiento. Muy duro fue, sí señor. Y encima de toda esa miseria moral, el 4 de abril de 1968 asesinaron en Memphis a Martin Luther King, el simpático negro que con tanto interés habían seguido mis padres en Brasil. En Sudáfrica no recuerdo ni si se publicó la noticia. Yo me enteré por mi amigo Jeremiahs, un guapo negro poco mayor que yo al que me unía una bonita y clandestina amistad.

Cuando años más tarde, ya en Barcelona, fui a ver el espectáculo musical Sikulu the Warrior, con el que un grupo de jóvenes artistas negros de Johannesburg daban testimonio al mundo de la abolición del apartheid, me pegué un hartón de llorar. ¿Qué habría sido de mi querido amigo Jeremiahs, habría podido sobrevivir para ver a nuestro querido Mandela como presidente? ¿Podéis entender ahora lo importante que es para mí que Obama haya ganado las elecciones?

Sé que queda mucho por resolver en Sudáfrica, como dijo Mandela, “un sarampión que había que pasar”, sé que Obama no es Dios (aunque creo que es mucho más real que Dios) y por lo tanto no podrá resolver los males del mundo de un plumazo. Pero sé también, porque lo siento en el alma, lo importante que es para el mundo entero que el gigante del norte se quite de encima complejos y obscurantismos y vote a un presidente negro. Además, no me negaréis que es encantador.

Wooooouuuu Yeaaaaaaah!!!

7 comentarios:

Luis Llorente dijo...

Compa hoy hemos coincidido en la cabecera, me imagino que como la mayoría de los mortales.

Julia dijo...

Sí, seguro que muy originales no hemos sido, pero me siento muy contenta de coincidir con tanta gente. Quiere decir que tan rara tampoco soy :)

Anónimo dijo...

Seguro que ya lo sabrás. Pero Antonio Machín tiene una estátua en la plaza Carmen Benitez de Sevilla. Allí está, casi como la Puerta de Alcalá, elegantemente vestido y con sus maracas en la mano.

Todos los años, en el aniversario de su muerte, le visitan sus amigos en el cementerio sevillano, cantan sus canciones, se toman unos buenos tragos de ron en su recuerdo. Al final rocían con licor su tumba.

Me parece bonito ese recuerdo para Antonio Machín.

Saludos.

Ramón Carrión dijo...

efectivamente Júlia..., a mi tb me gustaba más el rey baltasar y en mi caso síiii era de verdad(el color, jeje), ya que era un vecino que trabajaba con la parroquia y la AAVV de la Teixonera y participaba en la cabalgata.Así ya recuerdo tb desde párvulos que tenía compañeros negros en clase y cómo bien dices, siempre he pensado que nunca podría tener sentimientos racistas, eran mis compañeros como los demás...; los niños rompen los prejuicios que tienen muchos mayores, no miran razas, ni religiones, sólo a un compañero o amigo más.
En mi blog, tb haré algo(como medio mundo)sobre el tema y como no con el mismo encabezado, porque lo que está claro es que el "sí podemos", hoy es: "Sí, lo hemos conseguido, hemos podido"

Julia dijo...

Hola Arriero,qué bonito es eso que explicas de Antonio Machín. Gracias por compartirlo conmigo. La verdad es que no conozco mucho de la vida de Antonio Machín. Solo dos cosas importantes, la primera lo que conté de cuando le vi por primera vez y la segunda que trabajé de solista de la orquesta en una sala de fiestas una temporadilla y me emocionó saber que allí solía cantar él en la década de los cincuenta. Por lo demás, solo recuerdo que de joven no entendía cómo le podía gustar tanto a mi madre y cuando empezó a gustarme a mí me di cuenta de que me hacía mujer :)

Julia dijo...

Ei Ramón ¿qué tal?
Sí, aquests dies no hi ha gaire gent que sigui molt original amb els temes. Estem tots hipnotitzats per la màgia Obama :)
Però estic d'acord amb tu "Sí, lo hemos conseguido. Hemos podido" Yes we did.
Sí, ja sé que els més joves comenceu a viure el canvi que s'està produint a la societat. Em vaig adonar quan a la classe del meu fill petit, que ara té 23, van entrar dues germanetes negres com el carbó i guapes com dues flors. Quant al rei Baltasar, també al districte tenim sempre algún voluntari que fa que no sigui necessari el betum :) I quant a la normalització del mestissatge, ja ha arribat a la meva familia, doncs el fill gran del meu marit està emparellat amb una guapissima mulata i han tingut un nen más guapo que toas las cosas, jejeje... De mica en mica cauran tots els tabús a la nostra societat, doncs el racisme que aqui es viu no és altre cosa que desconèixement de l'altre.

Antonio Novalbos dijo...

Julia. Aunque un poco con retraso coincido con vuestros comentarios. En cuanto al Sr. berlusconi (no me he equivocado en escribir su nombre con minúsculas) es que lo considero así de mequetrefe, por sus comentarios racistas sobre lo de "morenito".