En 1954 la Asamblea General recomendó (resolución 836(IX)) que todos los países instituyeran el Día Universal del Niño, fecha que se dedicaría a la fraternidad y a la comprensión entre los niños del mundo entero y se destinaría a actividades propias para promover el bienestar de los niños del mundo. La Asamblea sugirió a los gobiernos que celebraran el Día en la fecha que cada uno de ellos estimara conveniente. El día 20 de noviembre marca la fecha en que la Asamblea aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.
Seguramente alguien dirá que es una tontería eso de celebrar el día de tal o el día de cual. Yo, por ejemplo. Por otra parte, lo ideal sería que no hubiera que celebrar el día de nada ni de nadie porque todos debiéramos tener derecho a una vida digna y plena sin necesidad de recordarlo un día del año. Sin embargo, y aunque el cuidado de los niños debiera preocuparnos 365 días al año y no uno, nada sobra si se trata de recordar la necesidad de que nos preocupemos de la infancia, de que los niños y niñas del planeta debieran ser nuestra principal preocupación, tanto los nuestros como los de los demás, tanto los que tenemos cerca como los que están lejos. Y no solo porque son seres entrañables, que lo son, sino porque son el futuro, la continuidad de nuestra especie. Y aunque a veces podamos tener comportamientos que pudieran poner en duda que la continuidad de nuestra especie pudiera ser la mejor opción para la vida en la tierra, no defender esa continuidad sería contra natura. Así que vamos a dejarnos de tonterias y consideraciones metafísicas y vamos a cuidar a nuestros niños y niñas que son, con diferencia, lo más valioso que tenemos en este planeta. Y se lo merecen. Porque nadie nace con ningún pecado original. Todos los seres humanos merecen la oportunidad de crecer dignamente y libres. De ello dependerá también la clase de sociedades que formarán al hacerse mayores. Y como, desgraciadamente, estamos todavía muy lejos de haber alcanzado el objetivo, hay que seguir. Hay que seguir insistiendo, perseverando. Hay que denunciar cualquier atropello que podamos conocer o del que podamos sospechar. Hay que seguir denunciando que mientras un niño o niña siga siendo explotado en fábricas inmundas, en ignominiosas redes de prostitución infantil, siga muriendo de hambre y de enfermedades evitables, o siga padeciendo abusos de cualquier otro tipo, ninguna sociedad podrá considerarse suficientemente avanzada, suficientemente civilizada. Porque preocuparse por los demás es ser solidario, preocuparse por la infancia es obligación de todo adulto.
1 comentario:
Què més es pot dir, Júlia? Sempre els més indefensos estan a les mans dels malparits que els sotmeten maten, torturen prostitueixen... Estic desencisada d'aquest món de bojos.
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