25/11/08

CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO






Cuando se habla de la violencia de género, se habla de la violencia de los hombres contra las mujeres. Eso es obvio. Como es obvio también que ni todos los hombres son maltratadores ni todas las mujeres son unas santas. Sin embargo, lo cierto es que la inmensa mayoría de víctimas son mujeres y la inmensa mayoría de verdugos son hombres. Y no se trata únicamente de que generalmente el hombre pueda tener más fuerza física que la mujer, se trata de una cultura machista que, aunque ahora nos parezca mentira, en nuestro país fue promovida por el poder del estado, el ejército y la iglesia durante siglos, y protegida por leyes que en estos momentos nos parecerían totalmente absurdas e intolerables. No olvidemos que no fue hasta la llegada de la democracia en España que se abolió la ley de adulterio. Una ley según la cual el hombre podía denunciar a su mujer por adulterio, meterla en la cárcel y quitarle a sus hijos. Naturalmente la mujer debía callar ante el adulterio del marido y aguantar lo que hiciera falta por miedo a perder a sus hijos.

En la actualidad, afortunadamente, estamos dando importantes pasos en la liberación real de la mujer en este país porque poder contar con una ley que te proteja y con una administración que te de amparo para que puedas abandonar el hogar que compartes con el maltratador y sin riesgo de perder a tus hijos, es el mayor logro de igualdad que se ha alcanzado en toda la historia de la humanidad. Ya no dependes del maltratador para sobrevivir, ya no tienes leyes que te obliguen a aguantar tu sufrimiento en silencio por temor a perder a tus hijos, ya puedes romper con ese círculo de violencia y opresión y plantearte un proyecto de vida en libertad con tus hijos. Sin embargo, es cierto que, a pesar de todo, seguimos viendo, atónitos, como siguen produciéndose agresiones y asesinatos que podrían ser del todo evitados. Y ¿por qué se producen? Pues porque cambiar las leyes es sencillo pero no tanto cambiar las costumbres. Por eso muchas veces se producen los asesinatos como reacción del "macho herido en su orgullo" cuando la mujer planta cara y decide romper con la situación.

Evidentemente, lo que no podemos hacer es consentir que la mujer siga sufriendo todo tipo de ultrajes por temor a la venganza del marido o compañero sentimental. Lo que hay que hacer es incrementar al máximo posible la protección de la mujer, incrementar al máximo posible la celeridad en la resolución de las denuncias por maltrato, incrementar al máximo posible los medios para que las mujeres que denuncian y corren grave peligro de agresión, puedan abandonar el hogar de inmediato y puedan desaparecer del alcance de sus agresores al menos hasta que se dicte sentencia y se resuelva qué hacer, incrementar en la medida de lo posible las penas por maltrato y sobre todo y como medida más importante, incrementar al máximo la educación tanto de hombres como de mujeres para que se tome conciencia de que el maltrato es una gran injusticia para todos, ya que viola los derechos fundamentales de la mujer, niega a los niños el derecho a crecer en paz y hace desgraciados a los hombres que lo practican.

No hace tantos años, yo aún lo recuerdo, y supongo que desgraciadamente en algunos casos seguirá pasando, la educación que se daba a las mujeres era la de aguantar todo tipo de sufrimientos en la oscuridad de los hogares secretistas, por temor al que dirán, por temor a perder a los hijos y porque las propias madres decían a sus hijas que debían seguir aguantando porque eso era el matrimonio, que siempre había sido así y que siempre sería así. Afortunadamente, hoy día ha cambiado mucho la educación en ese sentido. Sin embargo, hay que seguir insistiendo porque a veces nos parece que un maltratador es un ser malvado que se identifica con solo mirarlo, como sucede con los malos de las películas baratas, pero esto no es así. Muchas veces los maltratadores son hombres cariñosos, atentos y dispuestos a darlo todo por su pareja. Hombres que aman a su pareja pero que la consideran de su propiedad, por eso no pueden soportar la idea de que tenga pensamientos propios y deseos de ser dueña de sí misma. Por eso es tan importante que las cosas queden muy claras desde el inicio de las relaciones. Y no siempre es fácil porque cuando una se enamora locamente siendo muy joven, es bastante probable que se confunda el exceso de celos con un amor apasionado. Y un exceso de celos es siempre detonante de un concepto muy equivocado del amor. Un hombre no quiere más a una mujer (y viceversa) cuanto más celos tenga, sino cuanto más demuestre respetarla y estar dispuesto a perderla si ella así lo desea. Porque cuando alguien quiere de verdad a alguien, desea por encima de todo la felicidad de esa persona ¿no?

Y esto que ahora nos parece tan obvio, hace pocos años era impensable en nuestra cultura. Yo aún recuerdo como se criticaba a los anglosajones porque no les importaba la virginidad de la mujer y porque aceptaban que su mujer les dejara por otro sin rasgarse las vestiduras, cuando entre nosotros todo eso se veía como detonante de no ser suficientemente hombre, de ser un cornudo, etc. Ahora, afortunadamente, todo esto está muy superado en nuestra sociedad pero siguen existiendo reminiscencias que hay que combatir. Y la mejor manera de combatirla es educando a nuestros niños y niñas en el respeto y la valoración del individuo por encima de géneros, razas o cualquier otra condición.


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