IGNACIO CEMBRERO - Madrid - 09/11/2008
Arriba los turistas recorren maravillados la célebre plaza de Jamaa el Fnaa en Marraquech. Abajo, en el sótano de la comisaría que da a la explanada, Zahra Boudkour, de 21 años, permanece atada y desnuda durante largas horas. Tiene la regla, el suelo del calabozo está salpicado de sangre y así la contemplan los policías que la interrogan y sus 17 compañeros, todos varones, detenidos con ella el 15 mayo.
Zahra Boudkour era la única mujer protagonista de la revuelta estudiantil de la primavera en Marraquech.
Cuando dije la semana pasada que me permitía la alegría de festejar el triunfo de Obama, el nombramiento de Barcelona como capital del Mediterráneo... y que a partir de este lunes me volvería a poner seria sobre los temas que a todos nos preocupan y mucho, desde luego no creí que tuviera que ponerme tan seria y sobre todo tan dramática. El caso de Zahra es, desgraciadamente, demasiado habitual en muchos, demasiados, paises todavía (también lo fue en el nuestro no hace tantos años). Sin embargo, lo que estremece del artículo que Ignacio Cembrero publica en El País, es esa descripción tan cruda que te hace ver a Zahra frente a tus ojos, oler su sangre y su feminidad, sentir el calor de su cuerpo desnudo y estremecerte con sus temblores de terror. Además de hacerte ver, con cierto sentimiento de culpa, que pudiera ser que cuando visites alguno de esos paises (como yo recientemente en Turquía), te pudieras encontrar sin saberlo con alguien que sufre lo mismo que sufría Zahra y que se encuentre de ti apenas a una pared que separa la belleza de la plaza en la que te deleitas fotografiando a tu compañero, del sótano oscuro, depravado e innombrable donde los regímenes totalitarios permiten e incluso ordenan que las bestias sin entrañas ni corazón desgarren la carne y la dignidad de aquellos que han osado plantarles cara para denunciar las injusticias que soportan esos pueblos.
¡Vaya! Para entristecer este inicio de semana todavía más, me acabo de enterar que ha muerto Miriam Makeba.
Desde aquí mi más humilde y sentido homenaje a una mujer que se enfrentó a todo y a todos en su lucha contra el apartheid.
Que descanse en paz y que sus canciones nos acompañen hasta el fin de nuestros días.
Pata, pata Miriam...
Saguguka sathi beka
(Nantsi, pata pata)
Saguguka sathi beka
(Yiyo, pata pata)
Yi yo mama yiyo mama
(Nantsi, pata pata)
Yi yo mama yiyo mama
(Yiyo, pata pata)
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