Adios amigo y maestro

He pasado varios días fuera de casa, sin acceso a internet, que no deja de ser un deporte muy sano que todo debiéramos practicar de vez en cuando. Sin embargo, esta vez no era la más oportuna. Se me murió uno de los maestros de mi existencia y me cogió por sorpresa, sin que pudiera expresar aquí cuánto lo siento. Ya sé que seguramente a nadie le importa, pero me importa a mí.

De José Antonio Labordeta recuerdo muchas de sus canciones y cómo las vivíamos los militantes clandestinos de antaño, como inyecciones de esperanza que despertaban en nuestros jóvenes corazones lo mejor de nosotros mismos. Pero con un cariño especial, recuerdo un concierto en Can Zam, Santa Coloma de Gramanet, en el que, rodeados de antidisturbios que nos vigiliban con los pies hundidos en el lodo (entonces había que cruzar un enorme descampado para llegar al instituto), anunciando el presagio de que la dictadura no era ya más que un ídolo con los pies de barro muy próximo a su fin, disfrutamos como locos con aquél hombretón con pinta de profesor de instituto que nos invitaba con sus gestos a acompañarle en aquellas canciones que se nos convirtieron en himnos:

Habrá un día en que todos
al levantar la vista
veremos una tierra
que ponga libertad

Y aquella LIBERTAD con letras mayúsculas con la que soñábamos, nos consolaba de todos los palos recibidos.

José Antonio era un hombre bueno, con aspecto de campesino honesto, que nos enviaba un mensaje de dignidad y coraje con aquella su voz fuerte como un roble y suave como el terciopelo. Una de las últimas imágenes públicas que dejó en nuestra retina es la de un poeta que, envuelto en la neblina de la falsedad que exhalan muchos políticos que bajan la cabeza ante líderes déspotas y tratan de humillar con su estúpido cinismo a quien con tanta nobleza viene a dejar al descubierto su mediocre pequeñez, se comportó como desearíamos hacerlo muchos y les dijo la verdad que se merecían: "Están acostumbrados a que solo puedan hablar ustedes, vayánse a la mierda", o algo así.

Sí maestro, yo también me uno a tus palabras. ¡A la mierda! A la mierda todos aquellos que son incapaces de apreciar la belleza de tus poemas, la nobleza de tus palabras, la verdad de la mirada en tus ojos saltones, la grandeza del mensaje de justicia social que nos envías en tus canciones preñadas de dignidad, el privilegio en fin que significa pasar por la vida como tú pasaste, dejando tras de ti una estela de cariño, de solidaridad, de sabiduría y buenos sentimientos. De lo mejor en definitiva que puede dar y recibir un ser humano en esta vida. Descansa en paz. Nunca te olvidaremos.

A mí, pese a la majestuosidad que le reconozco a la canción que muchos aragoneses, con buen criterio, desearían convertir en el himno de su pueblo, una canción que recuerdo con mucho cariño es Ya ves.

Ya ves,
que vamos avanzando
cumpliendo este camino.
No lo sé, ya ves.

Ya ves,
que vamos recordando,
creciendo hacia el ocaso.
No lo sé, ya ves.

Ya ves,
que hemos ido surgiendo
de inciertas y duras voces
de desesperación.

Reuérdame,
como un árbol batido,
como un pájaro herido,
como un hombre sin más.

Recuérdame,
como un verano ido,
como un lobo cansino,
como un hombre sin más.

Ya ves,
que fuimos agrietando
los muros mantenidos.
No lo sé, ya ves.

Ya ves,
que estamos añorando
unos niños perdidos.
No lo sé, ya ves.

Ya ves,
que voces diferentes
se cruzan en el alba
 buscando la verdad.

Ya ves,
que fuimos puente herido,
de abrazos detenidos,
por ver la libertad.

Recuérdame,
como un árbol batido,
como un pájaro herido,
como un hombre sin más.

Recuérdame,
como un verano ido,
como un lobo cansino,
como un hombre sin más.

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