7/7/09

LA FINANCIACIÓN AUTONÓMICA

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Vamos a ver si nos vamos enterando...






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Cuando yo era pequeña en España se pasaba hambre. Yo hambre no recuerdo haber pasado porque mi familia se rompía los cuernos a trabajar para que pudiéramos más o menos comer. Lo que no teníamos eran lujos, por supuesto. Por ejemplo, el día que se hacía una gran excepción y repartían galletas entre los niños, no os vayáis a pensar que era como ahora, que os ponen la caja de galletas delante y vais cogiendo las que os de la gana, no. Lo que se hacía era que se juntaba a todos los niños (en mi caso recuerdo que éramos un grupo de tres, el pequeño nacería lejos de estas tierras y en época de bonanza, más un grupo de cuatro de la vecina amiga del alma de mi madre), se nos hacía abrir las manos y nos iban repartiendo galletas hasta que se terminaban, si una vez acabado el reparto sobraban algunas pero no daba para una más cada uno, se partían a trozos y así acabábamos teniendo todos exactamente lo mismo. Eso es ni más ni menos lo que queremos en Catalunya, que al final acabemos teniendo todos exactamente lo mismo. No se partían por la mitad y se daba una mitad para cada grupo, porque si así se hubiera hecho, mi grupo que era de tres hubiera tenido más que el otro grupo que era de cuatro. ¿Cómo hay que hacer para repartir justicia? Pues eso, repartir individualmente y no por grupos. Si yo le doy cien manzanas a un grupo de veinte y otras cien manzanas a un grupo de sesenta, es evidente que estoy cometiendo una injustia, la misma injusticia que se ha venido cometiendo contra Catalunya y que no hay manera de que se pueda corregir porque el grupo de veinte no está dispuesto a entender que al grupo de sesenta hay que darle trescientas manzanas para que acaben teniendo todos lo mismo.



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Es una lástima que mi abuela ya no esté entre nosotros, ella podría explicar a todos esos políticos que no quieren entender cómo se debe repartir lo que hay equitativamente. Ella pasó por una triste guerra y una trágica postguerra, era una mujer semianalfabeta pero de una inteligencia aguda heredada de la sabiduría ancestral de sus antepasadas, vivió rodeada de criaturas y necesidades y aprendió muy bien a repartir lo que había con justicia y honestidad.
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A esta fuente iba mi abuela a buscar agua antes de que la crueldad de la postguerra la enviara a Barcelona donde acabaría enseñándonos a los niños cómo hay que repartir con justicia cuando no sobra de nada.

4 comentarios:

Paquita dijo...

Bonito post.

Tendrías que mandárselo a muchos políticos, que no entienden o no quieren hacerlo, lo que sería una financiación justa para Catalunya. Lo has explicado muy bien , recordándonos aquellos años que no nos sobraba de nada y sí carecíamos de mucho.

Un fuerte abrazo.

Julia dijo...

Gracias Paquita. Por fin encontré a alguien que lo entiende. Mujer tendías que ser.

Un abrazo compañera.

Nerim dijo...

A mi me parece una idea muy justa y equitativa de repartir la riqueza de un país. Cada dia me convenzo más que las cuentas de la abuela son el mejor sistema para llevar la economía tanto del hogar como de una nación.

Un beso

Antonio Novalbos dijo...

Julia, que savia nos hace la vida, cuando con sencillez llegamos a hacer las cosas más equilibradas, como por ejemplo, lo que cuentas de tu abuela, y tantas abuelas del mundo, que con su criterio honesto y de igualdad hacían cosas tan sencillas, como el reparto proporcional de unas galletas.
Si digo como Paquita, que deberían tomar ejemplo algunos "politiquillos de tres al cuarto".
Un abrazo