Avui he anat a un acte en homenatge al poeta Miguel Hernández que s'ha fet aqui al poble, amb motiu del 100 aniversari del seu naixement. Ha estat emocionant. No només perque els poemes d'en Miguel Hernández sempre emocionen, sino també perque les seves paraules m'han retornat a la meva tendre joventut, quan eren tantes les vegades que posava els discos de vinil d'en Joan Manuel Serrat i en Paco Ibáñez amb els poemes d'aquest poeta, que s'acabaven ratllant i havia de tornar a estalviar per tornar-los a comprar. Em sabia cada paraula de memoria, cada nota musical i quina venia després de la que acabava. Para la libertad, El niño yuntero, Andaluces de Jaén, Nanas de la cebolla, Elegía, etc., etc...
Per aportar el meu granet de sorra en la celebració del 100 aniversari del seu naixement, us deixo amb un dels seus poemes més bonics i us recomano que, si encara no ho heu fet, llegiu els poemes d'aquest home jove i apassionat a qui le ferocitat del feixisme li va arrancar la vida sense pietat quan encara tenia tantes coses a dir-nos. Com poden alguns jutges donar crèdit encara a aquells que denuncien i seuen al banc dels acusats a homes que intenten desenmascarar crims com aquest?
NANAS DE LA CEBOLLA
Miguel Hernández
(Dedicadas a su hijo, a raíz de recibir
una carta de su mujer, en la que le
decía que no comía más que pan y cebolla.)
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.
Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.
cuando es preciso.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
.
.
5 comentarios:
Preciosa, como todas sus poesías!!!!
Besicos
Hola Julia, gracias por recordar este poema entrañable y conmovedor.
Miguel Hernández, esta vivo.
Un abrazo
Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.
Amar... Pero ¿quién ama? Volar... Pero ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.
Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.
Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otros como el granizo grave.
Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.
Triste instrumento alegre de vestir: apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.
No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.
Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de batirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.
Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve.
Es precioso este poema de Miguel Hernández. Gracias amigo Luis por recordarlo.
Sí, es cierto, solo quien ama vuela y quien vuela, a veces, se pega cada batacazo... ¿a que sí? De todos modos, hay que seguir volando.
Un beso y un abrazo muy fuertes.
Gracias MaryLou, gracias Mari. Un beso y un abrazo también para vosotras.
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