Lanzarote es una isla con encanto. Sé que no descubro nada nuevo pero es tanto el encanto que tiene, que vale la pena mencionarlo por mucho y muchas veces que se diga. A su gran belleza natural se suma la labor llevada a cabo por el ingenio del gran artista César Manrique. Ambos han formado una simbiosis que no es fácil encontrar en otros lugares.
Lástima que no hayan caído en la cuenta de que hay pequeños detalles que pueden deslucir un viaje a la isla. Pequeños detalles que, de ser resueltos harían de la visita a la isla un viaje al paraíso. Por ejemplo el café. ¡Oh, Dios, que café tan malo hacen! Y además lo saben los puñeteros. Es por el agua, dicen, es porque utilizan agua desalada del mar. Joder, pues que lo hagan con agua mineral aunque tengan que cobrar un poquito más ¿no? Pues no, no hay donde tomarse un café en condiciones.
Luego está la crisis, que ha hecho que algunos hoteles hayan cambiado de dueños y están hechos una ruina. No se os ocurra por nada del mundo, cuando vayáis a Lanzarote, porque os aseguro que es un viaje que hay que hacer al menos una vez en la vida, ir a dar con vuestros huesos en el Timanfaya Golf Hotel. Sería lamentable porque os podría amargar la visita, a no ser que os guste la decadencia de ver cómo el yeso del techo y las paredes cae sobre vuestras cabezas, las manchas de humedad decoran el baño y en la puerta de la terraza anidan una especie de avispas gigantes, aunque todo hay que decirlo, van a lo suyo y no se meten con nadie. Y eso sí, el personal de servicio encantador, aunque se despisten y te encuentres a tu llegada con que no tienes habitación y te ves envuelto en una especie de peregrinaje entre hoteles hasta que logran arreglar el desaguisado y te colocan en unas habitaciones que en cuanto las ves te dices , jo, pues hubiera sido mejor seguir peregrinando. Y luego está el servicio de la limpieza. Vienen a limpiar, limpian poquito, pero limpian. Y se van, y pasa un día y otro día y no vuelven hasta que te acercas al mostrador de recepción y dices carraspeando un poquito y sin levantar la voz, no vaya a ser que se mosqueen y empeore la cosa. Perdone, ¿cómo funciona aquí el servicio de limpieza, por no decir directamente ¿Hay servicio de limpieza? Te miran con extrañeza, Ah, ¿es que no han ido a limpiar? No, contestas con suma amabilidad, y el recepcionista, que es un encanto, todo hay que decirlo, y no porque se llame Jordi y sea catalán, porque el del otro turno es brasileiro y també es encantador, aunque más despistado que el inspector Gadget, te dice algo azorado, No se preocupe, tomo nota. Ese día, al volver de una maravillosa excursión, te encuentras la cama hecha y las toallas cambiadas, Ah, qué gusto, parece que ya funciona. Pues no, ya no vuelve a pasar. Tres veces en diez días, eso sí que es reducir costes. Tres veces en diez días pasó el servicio de limpieza, de puntillas, por la habitación. Así que, hacedme caso, si no queréis enfadaros, no vayás al Timanfaya Golf, un hotel que conoció días mejores. Ah, y me olvidaba del comedor. Pensión completa se nos oucrrió contratar. Craso error. Auténtico rancho de los peores tiempos de la mili. Eso sí, también el personal encantador, lo único bueno del comedor.
Las excursiones maravillosas. Una experiencia que nadie debiera perderse, no porque se maten mucho, que con lo caras que son también podrían esmerarse un poco más en las comidas, sino porque por malo que pueda ser el servicio, los lugares que visitas son tan extraordinarios que nada puede estropearte las magníficas sensaciones que vives al contemplar tanta belleza. Los paisajes preciosos y los caprichos de la naturaleza que te encuentras en cualquier rincón, auténticas joyas. Verdaderamente y a pesar de los inconvenientes, vale la pena ir a Lanzarote. Eso sí a tu aire. Por poco que pueda pienso volver a Lanzarote, pero no pienso contratar ninguna excursión ni caer en la trampa de las pensiones completas. Senderismo, bicicleta y bocadillos. Esa sí tiene que ser una manera maravillosa de visitar esa perla que es Lanzarote.
Nosotros claro, como fuimos a acompañar a mis padres que están ya mayores, pues no podíamos llegar mucho más allá de donde llega el coche de alquiler o la huahua de las excursiones, aunque un par de paseos sí dimos por la Punta Papagayo saltando entre las piedras como cabras en el monte, aprovechando una tarde de reposo que les vino bien a los abuelos para descansar de tanto ajetreo. Y no solo pudimos disfrutar del placer de aquellos vientos y peñascos, sino que incluso pudimos contemplar una mágica puesta de sol.
Y puestos a ser románticos, como vimos que hay costumbre de hacer corazones con las piedras poniendo las iniciales de los enamorados en el centro, pues también hice el nuestro y dejé allá la huella de nuestro amor sólido como las piedras.
Volveremos a Lanzarote, no sé si para quedarnos, pero volveremos a Lanzarote.
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4 comentarios:
¡Lamentable! Lo que cuentas es lamentable para el gremio hotelero. Te respondo desde el hotel Panorama, en Es Canar, Ibiza, donde me cambian las toallas a diario, hacen las camas y limpian. El personal es igualmente amabilísimo.
Que suerte y envidia el poder pasar unos días por esas tierras disfrutando de su naturaleza.
Las fotos están geniales y el detalle del corazón muy tierno.
Tomo nota sobre el hotel.
Abrazo y saludos afectuosos! :-)
Encantado de que vuelvas de esos maravillosos días hoteleros, lo mejor la fotillo de las piedras, un besote.
Puedes disfrutar de toda la naturaleza, para eso es recomendable Alquiler de coches en Lanzarote.
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