Me dirijo a todas las personas buenas que no
acaban de entender qué pasa en Catalunya porque les confunden los
malintencionados que no hacen más que envenenar el ambiente para ponernos a
unos en contra de los otros. Y lo hago en castellano para que todos me
entendáis y porque es una lengua preciosa que nunca dejaré de hablar, entre
otras cosas porque es mi lengua materna.
“Allá por el 1516 se unen las Coronas de
Castilla y Aragón por problemas sucesorios en la segunda. Entendería que
llegados a este punto, muchos piensen que aquí nace España, pero se equivoca.
Se da una unión entre dos Coronas, pero se siguen manteniendo cortes,
instituciones políticas, administración pública, lenguas y moneda. Tanto es el
sentimiento de NACIÓN de CATALUNYA que en 1640 estalla la Guerra dels Segadors
y Pau Clarís proclama la República Independiente de Catalunya en 1641 (no es
algo nuevo de ahora señores). ESPAÑA tal y como se conoce (políticamente) nace
con Felipe V y sus DECRETOS DE NUEVA PLANTA allá por el 1716 que ya antes había
llenado de sangre Barcelona un 11 de Septiembre de 1714.
Así
pues, resumiendo, CATALUNYA SÍ HA SIDO INDEPENDIENTE. Lo fue 145 años por
completo y después aliada con el Reino de Aragón otros 350 años
aproximadamente. Conquistó territorios, lucho contra Castilla en varias
ocasiones, escribió sus leyes, ganó y perdió guerras, creó su música, sus
tradiciones y su carácter luchador.
Ya está
bien de REINVENTAR HISTORIA, ésta es la que hay y hay que conocerla. Hay que
entender el clamor de un pueblo, su sentimiento de nación y su ansia de
libertad. Puede o no compartirse el concepto de independencia, pero JAMAS debe
menospreciarse una cultura, pisotearla y manipularla para conseguir votantes o
para dividir.”
Estos tres párrafos con los que inicio mi
petición de entendimiento, son parte de un escrito objetivo e inteligente que
Julia Otero publicó hace unos días en la prensa. Los he escogido porque
explican en cuatro palabras la legitimidad de quienes reivindican la
independencia de Catalunya. Si todas las personas, incluyendo a las que están a
favor de la independencia por seguidismo o visceralidad, y a las que están en
contra por seguidismo, visceralidad y total ignorancia de la realidad, se
preocuparan en buscar las razones más allá de los discursos de los políticos o
de los gritos de las estrellas de la televisión basura, seguro que podríamos
llegar a un entendimiento. El entendimiento del respeto mútuo que es lo que
realmente necesitan los pueblos para prosperar, un entendimiento desde
posiciones de completa libertad y autodeterminación, como cualquier relación
normal y civilizada entre personas adultas.
Sin embargo, hay quienes habiéndose dedicado a
la política durante años y no queriendo o no pudiendo perder sus privilegios
por no tener otro sistema de sustento, se dedican a menospreciar la historia de
este país, dando razones a quienes no la tienen. Porque si bien es cierto que
la alta burguesía catalana no va a emancipar a la clase trabajadora, eso es
algo que solo puede hacer la propia clase trabajadora, aún menos lo van a hacer
los oligarcas de una España rancia que nunca dejó de ser la misma, que masacró
a sangre y fuego a una República legítima elegida democráticamente en las
urnas. Cierto es que hubo un lapsus en el que algunos políticos hicieron
intentos de dignificar la vida de todos los pueblos de España, la triste
realidad es que en el fondo nunca dejaron de mandar esos oligarcas, como
también es una triste realidad que a Catalunya se la obligara a aceptar un
reinado arcaico que sentaba en el trono, por orden de Franco, a un Borbón
descendiente de los verdugos que le arrebataron su derecho a existir.
Pero en fin, vamos a dejar de lado la
historia, que no olvidarla ni menospreciarla porque hacerlo es propio de
ignorantes, y vamos a ponernos en la actualidad. Catalunya ha intentado por
todos los medios llegar a un acuerdo con el gobierno centralista con tal de
mantener la paz y lograr una cohesión social con todos los habitantes de nuestro
país. Para ello aceptaron una autonomía
que distaba mucho de sus derechos legítimos pero que no dejaba de ser un punto
de partida para seguir mejorando. Por eso, aunque en el fondo de su corazón
muchos catalanes y catalanas seguían soñando con un país en libertad, trataron
de convencerse a sí mismos, gracias en parte a los discuros de algunos
políticos que han venido haciendo promesas de un federalismo que nunca prensaron
cumplir, que quizás el mejor camino a seguir era el de conformarse y seguir
formando parte de otro país a cambio de la paz social y el progreso económico.
El problema es que la oligarquía española confundió la predisposición al
entendimiento con la resignación y ahí la cagó. Catalunya ha intentado negociar
con más o menos éxito sus relaciones con el gobierno centralista, pero el
gobierno centralista ha considerado más oportuno obligar a Catalunya a
apretarse el cinturón y bajarse los pantalones. Cuando se tira demasiado de una
cuerda, acaba por romperse. La oligarquía española, con sus títeres en el
gobierno central, ha roto la cuerda con la que ha mantenido engañada a
Catalunya desde la transición. Por eso muchos catalanes y catalanas gritan
basta. Por eso y porque las nuevas generaciones ya no se sienten obligadas a
mantener los pactos que hicieron sus mayores por el miedo a no salir nunca de
la dictadura asesina que intentó hacer desaparecer todo vestigio de catalanidad
en Catalunya. Solo eso ya debiera dar qué pensar al gobierno central y a todos
los políticos que se consideran de izquierdas y están en contra de la
independencia de Catalunya. ¿Puede ponerse en duda un sentimiento que ha
sobrevivido a trescientos años de represión y que aflora ahora más que nunca en
las generaciones que, supuestamente, han nacido y crecido en libertad?
Yo lo dejo aquí y quienes tengan buenas
intenciones que piensen un poco y hagan el sano ejercicio de ponerse por un
momento en nuestro lugar. Es mentira que Catalunya no es solidaria. Es mentira
que Catalunya desprecia a los otros pueblos de España. Es mentira que Catalunya
esté contra nadie. Catalunya se limita a reivindicar su derecho a ser. Un
derecho legítimo que debiera ser respetado por quienes dicen creer en la
democracia y en la libertad.
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