29/5/11

Bravo indignados.

Los acampados establecieron varios cordones humanos alrededor de su espacio de actividad para impedir así que unos u otros les invadieran mientras les mostraban carteles en los que se podía leer que su concentración era "pacífica".

Ya avanzada la madrugada, algunos de los indignados invitaron a deponer su actitud y dejar dormir a todo el mundo a los pocos jóvenes incontrolados que seguían lanzando botellas y otros objetos, y destruyendo algunos materiales municipales.

Ayer viví uno de los momentos más preocupantes de los últimos tiempos. Pese a los muchos comentarios que oigo a mi alrededor sobre las dudas de las intenciones de los indignados, yo sigo creyendo firmemente en ellos y sigo confiando plenamente en que de ellos surgirá un movimiento ciudadano que será una alternativa a toda la decadencia que nos rodea. Por eso me preocupé mucho ayer por lo que pudiera pasar cuando los aficionados culés bajaran a esa zona de Barcelona que no puedes evitar que se llene de gente porque es mágica para los barcelonistas. Hasta rogué en silencio que decidieran levantar los campamentos antes de que llegara la hora, porque de que ganaría el Barça estaba casi segura del todo. No hay más que ver cómo juegan, digan lo que digan los mous de turno o él mismo. Lógico pensar que yo sintiera temor y los indignados no. Esa es una de sus grandezas, la osadía de su juventud. Una vez más me han demostrado y han demostrado a cualquiera que no se cierre en banda, lo virtuoso de su proceder. Han decidido jugársela porque precisamente lo que quieren demostrar es que tienen ideas, saben lo que hacen y no tienen miedo. Es fantástico. Ahora ya solo falta que sean capaces de articular su movimiento de la manera que sea para que tenga una continuidad firme y se convierta en la apuesta más valiente, más posible y más honesta para que las nuevas generaciones puedan luchar por sus derechos, con la misma fuerza que sus abuelos y bisabuelos lucharon para lograr la sociedad del bienestar en la que han nacido la mayoría de estos jóvenes y que ahora está en peligro de muerte.

No soy yo quien para darles consejos. Yo entré en política en cuanto salí del útero de mi madre, pero eran otros tiempos, otra situación, otra desesperación. Cuando alcancé mi primera juventud, era tan obvio todo que resultaba muy fácil decidirse a luchar a brazo partido contra las injusticias. Como decía Che Guevara, todo te llevaba a: me jode tener que luchar por lo evidente. Era evidente que no se podían sostener las dictaduras que reinaban por doquier y que estaban formadas por un ser repelente y degenerado que se tomaba su cafelito mientras firmaba penas de muerte, rodeado de buitres sanguinarios dispuestos a abrir a su propia madre en canal por acercarse a los círculos de poder. Era evidente la terrible injusticia que reinaba en muchas zonas de España, en las que los peones doblaban el espinazo de sol a sol por cuatro migajas de pan mientras sus criaturas morían o enfermaban por desnutrición. Era evidente que mucha gente se veia arrojada a las grandes ciudades en busca de una oportunidad de supervivencia y sus huesos iban a parar a barracas inhabitables, cuevas inmundas, estadios deportivos abandonados y llenos de ratas... Todo mejoró, es cierto. Y mejoró precisamente porque aquellos trabajadores y trabajadoras se organizaron, crearon sus sindicatos y éstos les llevaron, de huelga en huelga, de lucha en lucha, hasta la sociedad del binestar. NADIE NOS REGALÓ NUNCA NADA.

Así fue muriendo el dictador, los buitres sanguinarios que le rodeaban se dieron cuenta de que no podían seguir su camino, talvez por miedo a estrellarse en la azotea de un convento, y decidieron ponerse bien para que se produjera la transición. Horrorosa transición donde las haya. Llena de defectos y engaños. Pero era una bendición comparándola con lo que habíamos tenido hasta entonces. Así que los líderes políticos (algunos habían estado al pie del cañón luchando en España contra la dictadura, otros llegaron de un exilio dorado y confortable y se erigieron en líderes, ya se sabe, a río revuelto...), así que los líderes políticos, decía, se pusieron de acuerdo con algunos cómplices del régimen (como Fraga Iribarne por ejemplo) y decidieron abrir los recios portones de hierro con que el régimen de Franco mantuvo prisionera a España durante varias décadas "Santiago y cierra España". Al principio todo fue muy bien. Cuando estás tirado en la cuneta, cualquier acercamiento a la calzada y posibilidad de iniciar la marcha es bueno. Pero cometimos errores muy importantes. El principal fue que aquellos movimientos vecinales que aglutinaban a trabajadores,vecinos, estudiantes, amas de casa, que por primera vez en su vida participaban en la lucha colectiva, y hasta niños y niñas de secundaria que se acercaban a echar una mano sin saber qué estaba pasando pero intuyendo que aquello era importante para ellos, el principal error, digo, fue que aquellos movimientos vecinales desaparecieran, dejando en su lugar residuos en los que, salvo honrosas excepciones, en la mayoría de los casos no se reúnen más que para preparar festejos y organizar bailes de salón. Se vivía bien en España. No hacía falta preocuparse de nada. Allí estaban los políticos para preocuparse por ellos.

No, los políticos no están ahí para hacer la labor de los ciudadanos. Los políticos están, o debieran estar, para gestionar el funcionamiento del país y dirigir a los pueblos hacia una emancipación total, laboral, cultural y de realización personal en general. Me estoy refiriendo a los políticos de izquierda, naturalmente. Los de derechas no sé muy bien para qué están, aunque teniendo en cuenta que ya estaban antes del cambio, me imagino que siguen estando para lo mismo de siempre, para sacar tajada y perpetuar los privilegios de su clase. Pero volviendo a la izquierda, que es lo que me interesa, tras el abandono de la lucha civil de los ciudadanos y ciudadanas, los políticos se encontraron solos y se autoconvencieron de que toda la responsabilidad recaía sobre ellos, por lo que estaba justificado que tuvieran unas muy buenas remuneraciones y tratos de privilegio una vez dejaran el poder. EL PODER. Ese mal corrosivo que se filtra por todos los tejidos sociales destruyendo voluntades como el ácido sulfúrico. Unos se convencieron de que debían gobernar según su propio criterio y otros se convencieron de que era más cómo ser gobernados y no tener que pensar. Mientras hubo trabajo y todo el mundo tuvo su rinconcito para ir tirando, miel sobre hojuelas. Pero claro, si unos y otros decidieron que ya no hacía falta mantenerse vigilantes respecto a la justicia social ¿cómo podíamos esperar que los depravados de las finanzas se contenieran? Se dieron cuenta de que para ellos todo el monte era orégano y que tenían campo abierto para sus fechorías. Convencieron a ciudadanos y ciudadanas de que lo suyo era formar parte de las clases guay. Tener pisos en propiedad, coches nuevos, salir de vacaciones al extranjero. Oh, yo es que gano muy poco para permitirme esos lujos. No, por eso no se preocupe usted, yo le presto el dinero y usted a gastar el doble o el triple de lo que gana. Y ¿qué pasará luego si no puedo pagar? Oh, no eso no pasará, nosotros estamos aquí para echarle una mano. Y sí, es cierto, ellos estaban allí para echarle una mano. Lo que no dijeron es que la intención era echarle una mano al cuello hasta asfixiarle.

Y así se fueron derrumbando poquito a poco, piedra a piedra, los pilares de una sociedad del bienestar que se convirtió en un dios con los pies de barro. Una vez se quebraron los cimientos, el resto se vino abajo de forma estrepitosa. Entonces los políticos que prometieron a los jóvenes "No os defraudaremos", se encontraron atados de pies y manos bajo el dominio de aquellos perversos depravados que provocaron el caos con la complicidad de sus propias víctimas por haberse dejado enredar. Las empresas se largaron a los paraísos productivos, donde el coste de la producción les sale a precio de saldo y las garantías de los trabajadores están aún por inventar. La ciudadanía se quedó sin trabajo y los bancos, sin el más mínimo pudor en mostrar sus largos dientes de vampiro, amenazaron a los gobernantes con crear una crisis mayor que el corralito argentino si no les entregaban el dinero público que aún quedaba en las arcas del estado. Los gobernantes les dieron el dinero para evitar un desastre mayor y exprimieron al estado del bienestar con la escusa de salvarlo. ¿Cómo se puede salvar a un envenenado inyectándole más veneno? Total, que el pueblo, suficientemente narcotizado para no pensar con claridad, se ha dejado adormecer con los cantos de sirena de la derecha que, una vez ha envenenado todos los ríos, viene con promesas salvadoras. La izquierda, atolondrada, desencantada y dolida por el giro de espalda de su pueblo, se enrosca en sí misma buscando soluciones sin apartar la vista de la espiral que les ha llevado al desastre.

Y esto es lo que hay. Ya sé que no es un análisi muy científico y que seguramente no aporta nada nuevo. Y es por eso que no me atrevo a dar ningún consejo a los indignados. Porque de entre todo este desamparo y toda esta barbarie, ha surgido este movimiento que son lo único que nos ha traido algo de alegría y esperanza en los últimos tiempos. Así que no, no les aconsejaré nada porque es obvio que los de mi generación tenemos las ideas bastante paralizadas. Como obvio es también que las formas organizativas que nos sirvieron para luchar cuando éramos jóvenes, no parece que resulten demasiado útiles tampoco. Por eso, solo quiero manifestar, que no es poco, que espero y deseo con toda mi alma que de este movimiento salga una alternativa nueva que sea capaz de seguir la noble lucha por la justicia social que viene llevando a cabo la humanidad desde la noche de los tiempos.
.
.

2 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Nunca fue indoloro el parto de los montes. Confío en que este movimiento, formado principalmente por jóvenes licenciados en paro e inconformistas con la decadencia política que nos maneja, acabe construyendo una alternativa al presente. Saludos.

Curso de Community Manager dijo...

Un análisis muy interesante sobre este movimiento.