Acabo de leer el blog de Azul y pide perdón a quienes sí tienen razones para estar tristes porque ella cree estarlo sin motivo.
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En una de las salidas que hice este verano, se entabló una discusión con amigos en la que, como casi siempre, me quedé sola respecto a las depresiones y las actitudes de las personas que caen en ellas. Ah, si tuviéramos el remedio, ah, los misterios de la mente que al parecer son inexcrutables, ah, nadie sabe qué haría hasta que no se encuentra en esta o aquella situación, etc...
Estoy de acuerdo. Nadie sabe cómo actuaría antes de darse de bruces con lo que sea que hace que una se deprima. Mis amigos dirán: vaya, ahora resulta que nos darás la razón después de haber discutido tanto. Pues... sí y no. Sí estoy de acuerdo con que nadie sabe qué haría hasta que se encuentra con ello, sí estoy de acuerdo en que todos no somos iguales y cada cual le planta cara a la vida como puede, o no se la planta. No, no estoy de acuerdo en que la actitud ante la vida no sea determinante y la preocupación por quienes te rodean no sea un aliciente para evitar caer al pozo.
Por supuesto Azul tiene todo el derecho de sentirse triste cuando le plazca, aunque yo le aconsejo que lo evite siempre que pueda porque las arrugas de la risa son más alegres (claro) que las del llanto. Y ni siquiera tiene porqué pedir perdón a nadie, faltaría más. Sí que hay personas que tienen motivos de peso para sentirse tristes, pero eso no legitima a nadie para tener el derecho exclusivo para la tristeza.
Yo me sentía bien. He pasado unas buenas vacaciones y, aunque me duelen las tristezas de los amigos que realmente tienen motivo para que les cueste la risa, he procurado disfrutar lo más posible de amigos y familiares, porque son las relaciones con otros seres humanos y no otra cosa lo que nos hace crecer como personas y disfrutar de la sal de la tierra. Todo lo demás, vestidos nuevos, coche nuevo, grandes viajes, recepciones con grandes honores, etc., etc... son pecata minuta y no sirven para ser felices. Pueden alimentar el ego pero desde luego no alimentan el alma, y ahora ha llegado la hora de la verdad. Nada más volver he tenido que pasar por interminables controles médicos y resulta que me han detectado un nódulo en el único pecho que me queda. Hay que joderse, con la cantidad de gente que hay por ahí... La primera reacción es la rabia, ¿por qué yo otra vez? La segunda es la sensatez, te han dicho probablemente benigno, aunque claro, teniendo en cuenta que la otra vez te dijeron benigno con seguridad y salió lo que salió, pues como que no hay mucho motivo para fiarse ¿no? Y finalmente reaccionas con tranquilidad y te dices a ti misma, vamos a ver Julieta, en primer lugar no adelantes acontecimientos, no hagas como los que quieren protestar antes de conocer las sentencias. Tómate las cosas con calma, procura disfrutar de estos días en que, a pesar de todo, te encuentras estupendamente y cuando te den el veredicto ya hablaremos.
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De todos modos, sea el veredicto benigno o maligno, intentaré seguir siendo la misma y seguir disfrutando de y con mis amigos y familia durante el tiempo que nos quede. Y para animarme a mí misma y animaros a todos, os dejo una foto que me hicieron el otro día en los bosques del Bergadà, entre Alpens y Borredà. ¿A que es chula la foto? Pues eso, vamos a seguir tirando pa lante que este otoño se presenta calentito y hay mucho que hacer.
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