23/9/11

¡HOLA!

¡He vuelto!
Después de una larga travesía por el limbo, he aterrizado en la web, siempre más seguro que hacerlo en Bagdad. Ah, qué buena aquella obra de teatro "Morir en Bagdad". Espero que el satélite ese que nos ronda aterrice también sin hacer demasiado ruido. O puede que si lo hace, se acaben de golpe todos los problemas de ese monstruo terrible que nos come la moral a todos y que ahora se llama "el mercado" (antes era simplemente el capitalismo salvaje, pero ya no mola ese lenguaje porque nos hemos civilizado mucho y ahora toca ser fashion).

Ya tengo interssssnet en el trabajo y eso me permitirá volver a conectar porque durante todo este tiempo no podía conectar más que en casa y, trabajando toda la semana incluyendo sábados y domingos, lo que menos me apetecía al llegar a casa a las quinientas era ponerme a navegar. La única vela que he podido practicar todas estas noches ha sido la vela blanca de las sábanas. Ahora ya estoy aquí y espero que esta vez sea para quedarme.

Aunque no tengo ningunas ganas de volver de mal rollo, hay algo sobre lo que quiero opinar y es que no sé si estamos preparados para la democracia. Aunque la primera pregunta debería ser ¿qué es la democracia? Es difícil encontrar una respuesta que se acerque a la realidad sin titubeos. Desde luego, de eso no me cabe ninguna duda, es lo mejor que hasta ahora ha conocido el hombre moderno. En el caso de la mujer, ya ni te cuento. Sin embargo, eso no garantiza que sea la democracia tan benigna como muchos quieren hacernos creer. Sí es lo mejor de cuanto conocemos, pero le queda mucho camino que recorrer para poner en práctica sin fisuras la filosofía de la que presume ser poseedora, que no es otra que la defensa de los derechos humanos... para todos... no solo para los patricios.

¿Cual es el principal escollo para que la declaración de los derechos humanos siga siendo un cuento de hadas? Pues el comportamiento de los propios humanos. El conocimiento humano tiene todavía muchos límites, la estupidez y la avarícia no tienen ninguno.

En nuestra joven, inmadura y malvaloca democracia no hemos aprendido aún a exigir a políticos, jefes, profesores y demás personajes llamados a governar nuestras vidas, que su comportamiento sea siempre el adecuado y que cumplan con sus compromisos. En lugar de ello, si creemos que no hacen las cosas como es debido les giramos la espalda, hacemos morros como un niño enfadado y decimos sin complejos que son lo peor de lo peor, sin aprender a separar la paja del trigo, y aunque tiempo atrás los hubiéramos adorado sin sentido crítico. Seguramente es por eso que todos los presidentes (como dice Iñaki Gabilondo) de nuestro reino (tiene guasa que sigamos siendo un reino) han entrado con gran boato y han salido a garrotazos de La Moncloa.

El primero fue Suárez, quien, pese a haber sido el hombre que entregó a las fuerzas democráticas la llave con la que Franco y Santiago cerraron España logrando así que las puertas se abrieran, no pudo evitar salir por la puerta de atrás, aunque años después lo intentamos arreglar con sonoros homenajes. Luego le tocó a Felipe González (Calvo Sotelo no cuenta que solo fue un lapsus gris en la vida política del país), quien a pesar de haber heredado un país tercermundista y elevarlo a la categoría de país moderno, se marchó rodeado de mierda (con perdón de la expresión), sin que nadie reconociera la incalculable labor que hizo por el desarrollo de esta exigente y poco escrupulosa piel de toro, y con la vocecilla de perro del líder de la oposición desagradablemente enganchada en el cogote "váyase Sr. González, váyase". Ironías del destino, ocho años más tarde fue él quien tuvo que largarse con el rabo entre las piernas después de jugar a los soldaditos de plomo al invadir Perejil, de meternos en una guerra y de arruinar todo el país al sumergirlo en la burbuja inmobiliaria. Cual leyenda digna de viejas romanzas, el caballero negro fue reemplazado por el caballero blanco de ojos claros, amplia sonrisa y bellas promesas de amor eterno. "No nos falles, no nos falles", fue la consigna más coreada por muchos jóvenes y no tan jóvenes que vivían con alegría la llegada de tan agradable persona a La Moncloa.

Al principio todo fue como un bello cuento de amor. Zapatero nos sacó de la guerra, devolvió la dignidad a las minorías, avivó grandes esperanzas en las mujeres con cambios como la paridad (que solo se cumplió en la administración pública porque la empresa privada siguió siendo igual de machista), como la lucha contra la violencia de género, el respeto a la dignidad de los vencidos con la defensa de la memoria histórica, el intento de poner en marcha la ley de la dependencia, dignificando así la vida de los más vulnerables (ya se sabe que una sociedad solo puede considerarse civilizada cuando es capaz de cuidar dignamente a sus niños y niñas, a sus mayores y a las personas discapacitadas), creando la ley de la dependencia que ha quedado a medias porque la derecha, que es quien ha propiciado todo el desastre económico en el que nos encontramos, ya se cuida donde ha ganado y se cuidará en todas partes cuando su victoria sea total, de echarla atrás. Y ¿qué pasó? Pues pasó que el caballero blanco, en un derroche de talante, ese talante que le sirvió de catapulta y que al final se le ha convertido en la piel de plátano que te encuentras en el camino y que hace que te pegues el hostión de tu vida, pues ese derroche de talante, decía, hizo que Zapatero no se atreviera a decir cómo estaban las cosas en realidad. Alguien le aconsejó, y le aconsejó mal, que debía decir lo que el pueblo quería oír, que había que levantar la moral a la gente y no sé cuántas sandeces más. Y él cayó en la trampa, o caimos todos en la suya, no lo sé, el caso es que reaccionamos tarde y mal y eso ha propiciado que también este presidente, como los anteriores, salga de La Moncloa a garrotazos.

La historia los pondrá a cada uno en su lugar, cierto, pero a veces la historia se duerme y tarda en reaccionar. Mientras tanto los españolitos de uno y otro bando corremos el riesgo de que una de las dos Españas nos hiela el corazón, porque la plebe cuando se enfada con un presidente por los errores de éste, en lugar de exigir las correcciones necesarias, tira por el camino del medio y se vuelca en el voto a la parte contraria, sin analizar los pros y los contras, simplemente se plantea, estoy enfadao y ya no te ajunto. Y así nos va...
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2 comentarios:

antonio dijo...

¡Hola Julia!

En definitiva hemos dejado la democracia en manos del capital,ni más ni menos y ahora pagamos las consecuencias.

Encantado de saludarte de nuevo.

Abrazos y saludos afectuosos!

Nerim dijo...

Querida Julia, cuanto te he echado en falta. Me alegra mucho saber que ahora que dispones de adsl en el trabajo podrás estar más activa en el blog.
El pasado dia 11 de sept. cumplí 5 años de blogger y preparé una entrada especial parqa celebrarlo, lo puedes ver haciendo clic aqui

Además publiqué una pagina de efemérides con una recopilación de lo mejor de estos cinco años del blog y otra con las 3 entrevistas de radio que me han hecho, la última la de RNE en el programa "En dias como hoy" dentro de la sección el personaje de internet.


Un beso y un fuerte y calido abrazo